Por una vez, el resultado de las elecciones legislativas estadounidenses ha estado en sintonía con lo que pronosticaban las encuestas y los analistas políticos: los Demócratas se han impuesto en la Cámara de Representantes y los Republicanos han mantenido su control del Senado. Algunos lo interpretarán como una reacción inevitable ante una Casa Blanca heterodoxa, pero la pregunta que surge es si este resultado debe suscitar alguna reflexión entre los inversores.
Tal vez no a corto plazo. Sin embargo, a medida que nos adentremos en 2019 podríamos volver la vista atrás y ver este resultado como un nuevo impulso al crecimiento interno.
El tirón que se vivió tras la victoria de Trump en las elecciones de 2016 se debió en parte a la creencia de que la agenda económica haría hincapié en la economía interna, sobre todo en la inversión en infraestructuras. Sin embargo, poco se ha avanzado en esta área, ya que se han impuesto otras cuestiones, como la reforma fiscal (éxito) y la reforma sanitaria (fracaso).
Durante la campaña electoral de Clinton en 2016, el gasto en infraestructuras era una prioridad en la agenda política de los Demócratas, como también lo era para Trump. Con el foco de los dos partidos puesto en la necesidad acumulada de inversión en infraestructuras nacionales, resulta plausible que la postura de los demócratas sobre el déficit presupuestario pase de oposición (a las rebajas de impuestos) a expansión (gasto en carreteras, hospitales, aeropuertos).
Cualquier avance en este sentido daría un nuevo impulso al conjunto de la economía, seguiría tirando al alza de los salarios en un mercado laboral que ya registra tensiones y podría cuestionar las expectativas actuales sobre los movimientos de la Fed el año próximo. La repercusión económica de la mayor parte de los sucesos políticos es tímida. ¿Podrían contradecir esta afirmación las legislativas estadounidenses?
2018-11-08 08:40:50