Sede de Apple Park en Cupertino. Foto de Shutterstock. Sede de Apple Park en Cupertino. Foto de Shutterstock.

Silicon Valley ya no vive en California

Durante décadas, Silicon Valley fue sinónimo de innovación e imperios. Pero el mundo ha cambiado, y a día de hoy las grandes ideas y las revoluciones tecnológicas brotan en rincones inesperados del planeta.
Sede de Apple Park en Cupertino. Foto de Shutterstock.

Cuando en los años 70, una serie de ingenieros de Hewlett-Packard y soñadores con garaje comenzaron a poblar el valle californiano con microchips y ordenadores, nadie imaginaba que estaban sembrando el epicentro de una revolución. Silicon Valley se convirtió en el símbolo por excelencia de la innovación tecnológica, el emprendimiento y el capital de riesgo. Pero en 2025, más de cincuenta años después, su hegemonía empieza a resquebrajarse: el talento y las ideas ya no se concentran en una sola costa.

La pandemia cambió por completo el panorama laboral. Con la llegada del teletrabajo, las empresas descubrieron un modelo más rentable gracias a la reducción de costes. Y, desde entonces, no hubo vuelta atrás.

El primero en dar el paso fue Elon Musk, quien se mudó a Texas, donde desarrolla los proyectos de SpaceX, su compañía aeroespacial, y mantiene varias fábricas. Tras él llegaron Oracle, HP, 8VC, Dropbox y Meta.

«He oído que crear una empresa en California es casi imposible. Así que tengo un mensaje para la gente de allí: vengan a conocer Texas». Con estas palabras, Rick Perry —exgobernador del estado— se dirigía a los oyentes de una emisora en 2013. Aunque formaban parte de una campaña para atraer startups y emprendedores de la costa oeste. Pero la verdad es que, sin saberlo, estaba pronunciando una premonición.

Hoy, Silicon Valley se descentraliza. Pierde su hegemonía, su aura de originalidad.

Desde The Officer te traemos los Silicon Valley del mundo… que no son Silicon Valley.

Brainport Eindhoven: Silicon Valley neerlandesa

Como ya contamos en hace unas semanas, Brainport Eindhoven se ha consolidado como uno de los polos tecnológicos más potentes de Europa, hasta el punto de que muchos la consideran la «Silicon Valley neerlandesa». Esta región del sur de los Países Bajos ha sabido reinventarse tras la salida de Philips en los años noventa, convirtiéndose en un ecosistema de innovación donde conviven centros de investigación, universidades y grandes empresas como ASML o Siemens, junto a una densa red de startups.

En nuestra cobertura, destacamos cómo la colaboración público-privada ha sido clave para que Brainport duplique el crecimiento medio del país en la última década. Su modelo no solo apuesta por la excelencia tecnológica, sino que también busca un desarrollo equilibrado que beneficie a toda la comunidad. Como subrayó el alcalde de Eindhoven, Jeroen Dijsselbloem, la región afronta desafíos como la falta de talento y de infraestructura, pero lo hace con una visión clara: convertir el conocimiento en prosperidad compartida.

Su apuesta por la industria manufacturera avanzada, la sostenibilidad y la movilidad del futuro la sitúan como un ejemplo a seguir dentro del mapa de las «Silicon Valleys» europeas. Para profundizar más, puedes leer aquí la noticia completa que publicamos sobre el caso de Brainport Eindhoven.

Bengaluru: Silicon Valley indio

A más de 12.000 kilómetros de california, ubicada en la India, esta ciudad se ha convertido en el mayor centro tecnológico de Asia. Capital del estado de Karnataka, ha sido bautizada como «el Silicon Valley indio» por su ecosistema vibrante de startups, centros de innovación y empresas tecnológicas de primer nivel. Compañías globales como Google, Amazon o Dell operan desde aquí, y su crecimiento se ha visto impulsado por una sólida tradición en ingeniería y un talento joven altamente cualificado.

El auge tecnológico de Bengaluru no es reciente: ya entre los años 40 y 60, la ciudad se consolidó como un polo industrial gracias al desarrollo de productos electrónicos y, más adelante, al aterrizaje de gigantes como Infosys y Texas Instruments en los años 80. A lo largo de las décadas, la ciudad ha sabido reconvertirse, pasando de ser un centro de manufactura a una potencia del software y la innovación digital. Hoy acoge más de 10.000 startups, muchas de ellas convertidas en unicornios.

Sin embargo, este crecimiento meteórico ha puesto al límite su infraestructura. Con una población que ha crecido de 8 a más de 14 millones en apenas una década, Bengaluru enfrenta hoy desafíos urgentes: escasez de agua, colapso del tráfico y un aumento descontrolado del coste de vida. A principios de este año, una grave crisis hídrica obligó a varias empresas a enviar a sus empleados a casa. Mientras algunos analistas se preguntan si otra ciudad india tomará el relevo, Bengaluru lucha por sostener el peso de su propio éxito.

Casa del Parlamento del estado de Karnataka. Foto de Shutterstock

Shenzhen: Silicon Valley del hardaware

Al otro lado del planeta, un competidor quizá más lejano en distancia, pero cada vez más directo en influencia, se alza en China: Shenzhen, considerada el Silicon Valley del hardware por excelencia. En las últimas décadas, China ha consolidado su papel como potencia innovadora con una velocidad y magnitud sin precedentes. El país ha sabido transitar de un modelo industrial centrado en la manufactura a uno basado en la alta tecnología, con estrategias estatales como el plan «Made in China 2025» y los planes quinquenales como hoja de ruta para liderar la nueva economía digital. Sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la computación cuántica, la biotecnología o los semiconductores son ahora el corazón del crecimiento tecnológico chino.

En ese marco, Shenzhen se ha convertido en el epicentro de esta revolución. Esta antigua aldea de pescadores, transformada en una Zona Económica Especial a finales de los años 70, es hoy un gigante de la innovación. Alberga más de 50.000 empresas tecnológicas y el 35% de su PIB proviene directamente de este sector. Es la cuna de gigantes como Huawei, Tencent o DJI, pero también un hervidero de startups gracias a sus ventajas logísticas, su proximidad a fábricas de componentes y una red de incubadoras que permiten convertir ideas en prototipos en tiempo récord. Esa rapidez es lo que se conoce como la «Shenzhen Speed».

Este ecosistema único, alimentado por políticas públicas, mano de obra cualificada y una cultura de innovación profundamente arraigada, ha posicionado a Shenzhen como un referente global. No es sólo un centro de ensamblaje, sino un laboratorio donde se crea, prueba y lanza tecnología con una agilidad difícil de igualar. Como ocurrió en su día con Silicon Valley o como sucede ahora en Bengaluru, Shenzhen demuestra que el liderazgo tecnológico ya no tiene una sola sede ni un único idioma.

Nairobi: Silicon Savannah

Nairobi, conocida como la «Silicon Savannah», se ha convertido en el epicentro tecnológico de África gracias a una combinación de inversión extranjera, innovación local y desarrollo digital. Impulsado por el éxito de M-Pesa, un servicio pionero de dinero móvil lanzado en 2007, el ecosistema tecnológico keniano ha crecido exponencialmente. Este sistema permitió a millones de personas acceder a servicios financieros desde sus móviles, incluso sin cuenta bancaria. Para la ex embajadora de EE. UU. en Kenia, Meg Whitman, M-Pesa fue el catalizador que inició el auge tecnológico en el país, del mismo modo que Hewlett-Packard marcó el inicio de Silicon Valley.

La expansión de internet de alta velocidad —gracias a inversiones de empresas como Huawei, ZTE o Microsoft— ha favorecido la aparición de startups en sectores como la salud o la agricultura. Casos como Twiga Foods, que conecta a agricultores con minoristas urbanos, y la expansión de mPharma, enfocada en facilitar el acceso a medicamentos, muestran el dinamismo del ecosistema emprendedor en Kenia. Además, centros como i-Hub o iniciativas como Ushahidi han potenciado el talento local y la innovación social.

Sin embargo, el crecimiento también tiene su cara oscura. La contratación de trabajadores kenianos por parte de gigantes tecnológicos como Meta u OpenAI a través de subcontratas ha sido criticada por las condiciones laborales precarias. Además, la digitalización se concentra en las ciudades, mientras que en las zonas rurales persiste una fuerte brecha tecnológica. La falta de acceso a internet, formación digital y tecnologías asequibles excluye a gran parte de la población de los beneficios de esta revolución digital.

Según Whitman, si Kenia quiere consolidarse como líder continental en tecnología, debe proteger a sus trabajadores, actualizar sus leyes laborales y garantizar que el crecimiento no deje atrás a las comunidades rurales. El reto ahora es lograr que el progreso tecnológico también sea justo y equitativo.

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