Para entender el origen de DS hay que remontarse al 6 de octubre de 1955, hace justo 60 años, cuando Citroën mostraba por primera vez al público su nuevo modelo DS 19, un automóvil absolutamente vanguardista y con un diseño rompedor, que en un solo día recibió la cifra récord de 12.000 pedidos. Bajo su llamativo aspecto se escondía una tecnología absolutamente vanguardista, sobre todo en el apartado de suspensiones, y un lujoso interior para los estándares de la época, donde los materiales empleados eran de calidad superior a lo normal y el confort que se ofrecía a los pasajeros representaba un salto cualitativo notable. Por ejemplo, los elegantes y mullidos asientos de cuero invitaban a viajar durante horas saboreando el paisaje.
A este mítico Citroën se le conoció con el sobrenombre de Tiburón y, posteriormente, hubo nuevas versiones, como el DS 20, el DS 21, el DS 23 o un cabriolet.
La excelente imagen y prestigio del Tiburón le valió ser elegido por grandes personalidades internacionales del momento, entre otros, por varios presidentes de la República de Francia. Por cierto, uno de ellos, Charles de Gaulle, sufrió un brutal atentado mientras viajaba en su Citroën DS que, a pesar de quedar completamente destrozado, salvó la vida del general y su esposa.
Los DS se dejaron de fabricar en 1975, pero en 2010 Citroën quiso rescatar la exquisitez y elegancia de aquellos vehículos, para dar nombre a una serie de modelos de su gama con un perfil más exclusivo. Y ahora, hace justo un año, la dirección del Grupo PSA decidió que el sello DS tuviera personalidad propia, para lo cual creó una marca completamente independiente y con un espíritu premium, separada de Peugeot y Citroën.
Lujo y confort
El DS 5 es uno de los tres productos con los que cuenta esta nueva firma, hasta la fecha, y recientemente ha recibido una pequeña actualización, que afecta sobre todo a la estética, el equipamiento y a alguno de los motores que emplea. Este vehículo nació a partir del Citroën C5, con quien comparte el chasis y los órganos mecánicos principales, pero ofrece un diseño que nada tiene que ver con el de su hermano, ni en el exterior ni en el habitáculo. Para empezar, dispone de una carrocería de dos volúmenes (el C5 lleva el maletero separado), de aspecto poderoso y con varios perfiles cromados que son indicativos del lujo que vamos a encontrar en el interior.
Nada más acceder al habitáculo nos sorprenden las líneas envolventes que hay alrededor de los dos pasajeros de delante, formadas por un salpicadero que se proyecta hacia atrás mediante una consola central de gran tamaño.
Los asientos de la versión Sport que hemos probado, la más cara y completa de la gama, están hechos con un cuero de tacto muy agradable y van colocados en una posición bastante alta, algo que se ha puesto de moda entre una mayoría de conductores, que tienen así una sensación de dominio y seguridad superiores. Las butacas delanteras se regulan eléctricamente en diferentes ángulos y cuentan, incluso, con un mecanismo de masaje. La calidad percibida en el interior es muy alta.
Se emplean buenos materiales en todos los rincones, desde los plásticos mullidos que encontramos en la zona que está más a la vista hasta los recubrimientos de las puertas, pasando por una infinidad de detalles de aluminio o acero pulido que dan un toque distintivo a los botones, mandos o tiradores de las puertas.
En definitiva, se respira un ambiente de lujo sin ostentación, pero que nos transmite la sensación de estar en un coche de gama alta, donde no se ha escatimado nada para el disfrute y confort de los ocupantes, siguiendo la filosofía de los antiguos Tiburón. Las plazas traseras son igualmente cómodas y amplias, si bien es verdad que el espacio que hay para colocar los pies por debajo de las banquetas de delante es un poco justo.
No falta detalle
En cuanto al equipamiento de serie en la variante Sport, también es apabullante: además de los elementos ya destacados, dispone de ayuda al aparcamiento, cámara de visión trasera, faros de LED, climatizador bizona, detector de neumáticos desinflados, techo transparente, navegador con pantalla táctil de siete pulgadas, bluetooth, retrovisores exteriores con avisador de ángulo muerto o grandes llantas de aleación (18 pulgadas), entre otras cosas.
De las diferentes alternativas mecánicas que se ofrecen, hemos probado el motor diésel de 150 caballos de potencia, con un turbocompresor de geometría variable y unido a una caja de cambios manual de seis velocidades. Su rendimiento es bueno, con fuerza suficiente desde bajas revoluciones y un consumo ajustado. Gasta de media 4,1 litros por cada 100 kilómetros recorridos, lo cual no está nada mal para el tamaño y el peso del vehículo. El manejo de la palanca de cambios también es suave y permite pasar de una a otra marcha con bastante precisión.
Las suspensiones, que han recibido unos nuevos amortiguadores en la reciente actualización del modelo, filtran bien las imperfecciones de la carretera y mantienen al coche pegado con aplomo al asfalto en zonas de curvas.
En resumen, el DS 5 tiene un precio intermedio entre los modelos generalistas del segmento y los de las marcas premium alemanas, pero su estilo, apariencia y calidad está en unos niveles más próximos a éstas últimas que a los de coches más populares.
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