Las nuevas oficinas de Coca-Cola en Madrid nacen con un desafío enorme: estar a la altura de una marca que lleva más de un siglo asociada a la felicidad, la frescura y la celebración.
El resultado es un espacio que no se parece a ninguna otra sede corporativa, donde cada detalle transmite personalidad y emoción.
La recepción lo deja claro desde el primer paso. En lugar de un mostrador, los visitantes se encuentran con una gran mesa de comedor.
Aquí no hay barreras ni protocolos, solo el gesto hospitalario de recibir como invitados a quienes llegan. Incluso se ha creado una pequeña oficina junto a la entrada donde tomar un refresco mientras se espera: un gesto sencillo pero muy «Coca-Cola».
A partir de ahí, los espacios se despliegan como un recorrido lleno de sorpresas. Grandes estructuras se convierten en puntos de encuentro, mientras que una grada multifuncional guarda libros que cualquiera puede llevarse a casa.
Todo invita a conversar, compartir y sentir que el trabajo también puede celebrarse.
Los materiales refuerzan esa sensación. La madera de roble natural, la tapicería en tonos cálidos y los detalles en rojo cuidadosamente integrados sobre elementos metálicos evocan la esencia de la marca sin recurrir al cliché.
No hace falta inundar el espacio de color: basta con pequeños gestos para que todo respire identidad.
En conjunto, la sede de Coca-Cola se convierte en un espacio auténtico y vibrante, donde cada reunión o conversación se vive como algo especial. Un lugar que traduce en arquitectura lo que la marca lleva décadas contando al mundo: que la felicidad está en los pequeños momentos compartidos