Este 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema Beat Plastic Pollution (acabar con la contaminación por plásticos). En esta edición de 2025, la República de Corea actúa como país anfitrión del evento, liderado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
La jornada representa una llamada urgente a la acción colectiva frente a una de las crisis ecológicas más persistentes y globalizadas de nuestro tiempo: la contaminación plástica.
El objetivo de esta conmemoración es movilizar a gobiernos, industrias, comunidades y personas en todo el mundo para reflexionar y evaluar nuestra relación con el plástico y avanzar hacia modelos de producción y consumo más sostenibles.
Es cierto que el plástico ha transformado la vida moderna gracias a su durabilidad, versatilidad y bajo costo, esas mismas cualidades han generado una creciente crisis ambiental, caracterizada por la acumulación masiva de residuos plásticos en ecosistemas terrestres y marinos, con graves consecuencias para la biodiversidad, los ecosistemas, la salud humana y el clima.
Actualmente existen miles de variaciones y formulaciones de plástico distintas como resultado de modificaciones en aditivos, grados de procesamiento y aplicaciones específicas, esta diversidad responde a la necesidad de adaptar el material a funciones técnicas, industriales y de consumo cada vez más especializadas.

¿Podemos reciclar todo el plástico que generamos?
Numerosos estudios alertan de que la producción mundial de plástico actual supera los 400 millones de toneladas anuales, y se estima que, de continuar las tendencias actuales, podría duplicarse para el año 2050 y triplicarse para el 2060.
La expansión de la producción de plásticos representa no solo un desafío para la gestión de residuos, sino también una fuente significativa de emisiones de gases de efecto invernadero, uno de los factores más contribuyentes al cambio climático.
Esta cuestión genera enormes retos en cuanto a la gestión ambiental pues a pesar de los esfuerzos globales, solo alrededor del 9% de los residuos plásticos llegan a reciclarse efectivamente, como indican datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El bajo porcentaje se debe a varios factores: por un lado, muchos artículos de plástico no están diseñados para su reciclaje o reutilización, otros tipos son demasiado débiles para reciclarse, mientras que otros solo pueden reciclarse una o dos veces antes de perder sus propiedades.
Hay que afrontar, además, las diferentes capacidades que tienen los países para su gestión, pues muchos de ellos carecen de infraestructuras adecuadas para la recogida y el procesamiento eficiente de estos residuos.
El mayor desafío, al parecer, es que la capacidad de reciclaje no logra seguir el ritmo del crecimiento acelerado de la producción y consumo de plásticos, lo que alimenta una crisis ambiental y una circularidad cada vez más difícil de controlar, pues el 91% restante de los residuos de plástico acaba en vertederos, incineradoras o directamente en la naturaleza.

El problema de los micro plásticos
Los micro plásticos son pequeñas partículas invisibles a simple vista que actualmente se han convertido en uno de los efectos más problemáticos de la contaminación plástica.
Son el resultado de la fragmentación de productos mayores o incluso son añadidos intencionadamente a cosméticos y productos industriales, según la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA).
Hoy en día, los micro plásticos se encuentran prácticamente en todas partes: en los océanos y ríos, en el suelo agrícola, en el aire que respiramos, en el agua del grifo y en la embotellada, y alarmantemente, en alimentos de consumo cotidiano como la sal, el pescado, la miel, la leche e incluso la leche materna.
Su presencia ha sido documentada también en placentas humanas y heces infantiles, lo que revela hasta qué punto estamos expuestos desde etapas muy tempranas de la vida.
Aunque ya se sabe que muchos de estos micro plásticos contienen aditivos tóxicos como el bisfenol A (BPA) y ftalatos, la ciencia aún no ha determinado con precisión los efectos a largo plazo que pueden tener sobre la salud humana.
Esta incertidumbre, sumada a su rápida propagación, convierte a los micro plásticos en una preocupación emergente de primer orden tanto para la ciencia como para las políticas ambientales y sanitarias y por tanto será foco de debate en éste foro mundial sobre el medio ambiente.
¿Cómo abordar el problema?
Los esfuerzos para combatirla se están intensificando tanto a nivel nacional como internacional. Muchos países han adoptado normativas que restringen los plásticos de un solo uso, promueven materiales alternativos y obligan a los productores a asumir la responsabilidad de todo el ciclo de vida de sus productos, una estrategia conocida como Responsabilidad Ampliada del Productor (EPR, por sus siglas en inglés).
Dada la naturaleza transfronteriza de esta contaminación, se requiere una cooperación internacional sólida y vinculante. En este contexto, los Estados están negociando un Tratado Internacional sobre Plásticos bajo el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cuyo objetivo es establecer reglas comunes para prevenir y reducir la contaminación plástica a nivel mundial.
La próxima ronda de negociaciones del Comité Intergubernamental de Negociación tendrá lugar del 5 al 14 de agosto de 2025 en Ginebra. Paralelamente, la Unión Europea ha sido pionera en políticas concretas, como la Directiva sobre Plásticos de un Solo Uso (2019/904/UE), que prohíbe productos como pajitas, cubiertos y bastoncillos de algodón de plástico, y promueve el diseño sostenible y el reciclaje efectivo.
Destaca el Pacto Verde Europeo y su Plan de Acción para la Economía Circular, que contemplan medidas ambiciosas para reducir el uso de plásticos innecesarios y fomentar la reutilización y el reciclaje de materiales.
Estas iniciativas reflejan un reconocimiento creciente, por parte de los líderes políticos, de que la única forma de frenar la contaminación plástica es a través de acuerdos legales integrales y una transformación sistémica de los modelos de producción y consumo.
Un momento decisivo
El lema de este año, beat the plastic pollution, no es casualidad. El Día Mundial del Medio Ambiente coincide este año con un punto de inflexión: la nueva ronda de negociaciones para la elaboración del Tratado Internacional sobre plásticos.
Esta coincidencia no es simbólica, sino que es un recordatorio de la magnitud del reto que enfrentamos y, por tanto, este día pretende hacer de antesala para concienciar a gobiernos, industrias, organizaciones y, en general, a todas las personas que, para afrontar este desafío, no basta con buenas intenciones y se requieren compromisos jurídicamente vinculantes.
La urgencia es clara: necesitamos transformar de raíz el sistema de producción y consumo de plásticos, invertir en alternativas sostenibles, y establecer mecanismos de financiación y transferencia tecnológica para que todos los países puedan cumplir los objetivos del futuro tratado.
Este momento es decisivo no solo por la oportunidad de avanzar, sino por el riesgo real de fracasar. El mundo no puede permitirse un acuerdo débil, capturado por intereses económicos.
Es hora de elevar la ambición, asumir responsabilidades históricas y construir un marco de cooperación que ponga la salud del planeta y de las personas por encima del beneficio inmediato. La historia juzgará lo que hagamos —o dejemos de hacer— en este momento.