Claudia Buch, presidenta del Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo (BCE), ha advertido este lunes de que unos aranceles más elevados podrían agravar la ralentización económica, reduciendo la rentabilidad y elevando las provisiones por pérdidas crediticias de los bancos europeos.
En una audiencia ante la comisión de Asuntos Económicos de la Eurocámara, Buch recordó que en 2026 los test de estrés temáticos del BCE se centrarán en los riesgos geopolíticos, que podrían afectar a la solvencia y liquidez del sector financiero europeo.
«En sus proyecciones financieras y de capital, los bancos anticipan solo una ligera disminución de su rentabilidad este año y en los próximos. Sin embargo, el aumento de los aranceles podría provocar una desaceleración económica más pronunciada de lo previsto», señaló Buch.
Tensión para la banca
En ese contexto, los bancos podrían enfrentarse a cambios en las valoraciones de mercado, un menor crecimiento del crédito, mayores provisiones y una reducción de beneficios, añadió.
Los test de estrés temáticos, que el BCE realiza cada dos años, complementan los efectuados este 2025 a todas las entidades, que revelaron mayores pérdidas potenciales, aunque también una mayor capacidad de absorción que en 2023.
El escenario adverso planteado por el BCE incluía un aumento de las tensiones geopolíticas y de los aranceles, lo que habría elevado el ratio de préstamos fallidos del 2% al 5,8%, niveles no vistos desde 2014.
Mayores pérdidas en los test
Las pérdidas agregadas alcanzarían 628.000 millones de euros, un 14% más que en el test anterior, aunque los mayores beneficios permitirían absorber parte del impacto.
El capital de máxima calidad (CET1) descendería del 16% al 12% en ese escenario, y aunque la mayoría de entidades cumpliría los requisitos regulatorios, 24 de los 96 bancos analizados deberían restringir dividendos.
Los test también examinaron la implantación de las nuevas reglas de Basilea III, en vigor desde enero, y concluyeron que el ratio de capital permanecerá estable durante su aplicación gradual hasta 2032.
Buch defendió que los «desafíos actuales requieren más Europa, no menos», y pidió armonizar las reglas nacionales para fortalecer la integración y competencia del sistema financiero.
Además, instó a mantener «sólidos estándares regulatorios y de supervisión», advirtiendo de que debilitarlos «pondría en riesgo la confianza en la banca europea» y la haría «más vulnerable, no más competitiva».