China tiene dos mercados principales de valores: Shanghai y Shenzhen. Hong Kong, la colonia devuelta por Reino Unido a los chinos hace ahora veinte años, cuenta con otra bolsa pero su funcionamiento es completamente distinto. Para empezar, el Hang Seng de Hong Kong es un índice abierto a la inversión internacional, no como las bolsas en Shanghai o Shenzhen. Y, aunque Hong Kong es oficialmente parte de China, tiene su propia divisa (la cual responde a una política monetaria propia e independiente). Las bolsas chinas, por su parte, continuan sometidas a controles estrictos sobre la balanza de capitales. Esto significa, entre otras cosas, que no pueden reciben libremente inversiones del exterior. Actualmente existen los mecanismos QFII, que pueden taducirse como ‘inversiones institucionales extranjeras cualificadas’, unas cuotas reguladas de inversión extranjera insuficiente para afectar a las cotizaciones. Sin embargo, desde hace meses se vienen acometiendo reformas, como bien demuestra la inclusión de doscientas empresas cotizadas chinas dentro del principal indicador dedicado a las naciones emergentes: el MSCI. Esto, sumado a las conexiones de Shanghai o Shenzhen con Hong Kong, ofrece nuevas alternativas para invertir en China. «Tomando como referencia la solvencia, o los beneficios, lo mejor ahora es invertir en las empresas cotizadas de Shenzhen», señala Alicia García-Herrero, desde Natixis, a F & M. ‘Las empresas chinas del MSCI presentan peores fundamentales al ser un tercio de ellas bancos’, concluye Garcia-Herrero. 
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