Comienza la cuanta atrás para el «Brexit». Los dos años de margen que Reino Unido y la Unión Europea se han dado para negociar el divorcio empiezan a correr desde este miércoles 29 de marzo. La decisión se hará oficial a las 13.30, cuando el embajador británico en la UE, Tim Barrow, entregue en mano al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la carta firmada por la primera ministra británica, Theresa May, solicitando la activación de la cláusula 50 del Tratado de Lisboa. A partir de aquí comienza un proceso que se prevé largo y complejo, que dará inicio con las propias conversaciones entre los 27 socios europeos sobre la forma de negociación y las líneas rojas. Se espera que los primeros contactos no se inicien hasta mayo o junio, y la agenda todavía es un misterio. Mientras el Gobierno británico quiere negociar en paralelo la factura de salida y las futuras relaciones comerciales, Bruselas ha advertido que no hablará sobre el futuro hasta que no se fijen los términos de la desconexión. Tan sólo nueve meses después de que los británico votaran «no» a su permanencia en el mercado común, los términos del «Brexit» siguen siendo una incógnita. Sólo se sabe que Reino Unido optará por un modelo «hard», lo que se traduce en la salida del mercado común, con el objetivo de recuperar la soberanía sobre sus fronteras. La inmigración parece haber sido el principal incentivo en el voto de los británicos. Reino Unido es el segundo destino más solicitado por los europeos después de Alemania, con aproximadamente 2,2 millones de trabajadores comunitarios. Los más numerosos son los polacos, con unos 916.000 inmigrantes, seguidos por los indios, con 362.000 trabajadores, los irlandeses, con 332.000, y los rumanos, con 233.000 empleados. Las industrias que más afectadas se verían por una eventual salida del mercado común serían las manufacturas, el comercio y la sanidad. 


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