La Unión Europea se enfrenta a una crisis de identidad sin precedentes, tras la decisión de Reino Unido de abandonar el mercado único y con la proliferación de corrientes antieropeístas en gran parte de sus estados miembros. La continuidad del proceso de integración y sus límites son los aspectos fundamentales que la Comisión Europea analizó en su último informe, el «Libro Blanco» sobre el futuro de la UE, presentado la pasada semana por el presidente Jean-Claude Juncker. El documento reflexiona sobre los principales retos a abordar por los países integrantes y plantea cinco escenarios de actuación de cara al futuro de la Unión en 2025. «Muy a menudo, el debate en torno al futuro de la Unión se ha limitado a dos opciones: ‘más o menos Europa’, una aproximación errónea y simplista», recoge el texto. La CE diferencia entre los retos coyunturales y aquellos de naturaleza estructural en relación a la próxima década. La economía comunitaria se encuentra todavía inmersa en pleno proceso de recuperación tras la crisis financiera de 2008, a lo que se unen los recientes ataques terroristas y la crisis de los refugiados vivida durante 2016. Sin embargo, las estimaciones a largo plazo confirman la pérdida de peso de la UE en el mercado mundial: para 2060, tan sólo concentrará un 5% de la población global (frente al 25% en la década de los 90), y ningún estado miembro tendrá más de un 1% del total. Su peso económico también se verá afectado, hasta apenas alcanzar el 20% en 2030, frente al 26% de 2014 y el 22% actual, debido al avance de los países emergentes. En el mismo sentido, el poder del euro como divisa internacional cederá importancia frente al yuan chino, pasando del 33% en 2015 al 30% del mercado en 2017. 

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