Hace treinta años, solo una pequeña minoría de los comentaristas e inversores profesionales hablaban de la volatilidad o de la posibilidad de una burbuja (el propio índice VIX se lanzó en 1993). Hoy en día, los marcos basados en la volatilidad son omnipresentes. La obsesión por la volatilidad se ha extendido a todos los segmentos de la industria de la gestión de inversiones. Los gestores de riesgo basan sus procesos en torno a la volatilidad, los inversores institucionales desean objetivos de volatilidad, y tanto el sector privado como los reguladores emplean la volatilidad como lente a través de la cual perciben el mundo. Según explica el equipo de multi-activos de M&G, los motivos de lo anterior son comprensibles: «la volatilidad –medida como la desviación estándar del precio de un instrumento– es fácil de medir, y la medición es el santo grial». Si uno puede medir, puede calcular.
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