Hay oficinas que parecen diseñadas para esconder la marca. Y luego está la nueva sede de Caterpillar en Málaga, donde basta cruzar la puerta para saber quién manda aquí.
El amarillo corporativo te da la bienvenida sin pedir permiso, pero sin gritar. Es la versión «office-friendly» de una marca acostumbrada a mover montañas… literalmente.
Primera impresión: músculo industrial, alma mediterránea
El estudio DIKA Estudio Creativo ha conseguido algo curioso: traducir la potencia y robustez de Caterpillar a un lenguaje de interiorismo elegante y cercano.

No hay excavadoras, pero sí guiños a su universo: moquetas que recuerdan al asfalto, texturas que evocan el acero, y una estructura de espacios tan ordenada como un plano de ingeniería.
El proyecto ocupa unos 540 m², distribuidos en tres franjas longitudinales que organizan la jornada como un engranaje bien engrasado.
Las zonas de trabajo se abren a la luz natural, las salas de reunión se agrupan en el corazón del espacio y, en medio, un eje conecta los dos accesos principales: el corporativo y el del patio andaluz. Ese patio es un soplo de aire fresco, literal y simbólico: un recordatorio de que esta sede global tiene raíces locales.
El pasillo como pasarela de marca
Aquí, hasta los pasillos cuentan historias. El recorrido que une las dos entradas se convierte en una «ruta Caterpillar»: una especie de desfile silencioso donde cada pared, cada luminaria, cada textura recuerda que la marca nació en el barro y el metal, pero ahora también habita en el gris elegante de una oficina contemporánea.

El color amarillo aparece con mesura, marcando el paso entre zonas o resaltando piezas clave. Es un acento, no un grito. Como ese jefe que no habla mucho, pero cuando lo hace, se nota.
Espacios que se sienten, no solo se usan
Los diseñadores lo llaman human-centered design, pero aquí la traducción sería «oficina que apetece». Los puestos de trabajo están dispuestos junto a las fachadas, bañados de luz. Las salas interiores son más introspectivas: pequeñas cápsulas para reuniones, llamadas o momentos de concentración.
La banda central, en cambio, es pura vida corporativa. Allí ocurren los encuentros improvisados, los intercambios rápidos, los saludos de pasillo. Y como telón de fondo, un equilibrio visual entre tonos grises, negros y el ya inconfundible amarillo CAT.

Los materiales elegidos no solo son bellos: son sostenibles. Hay plásticos PET reciclados, revestimientos con bajo impacto ambiental y una clara intención de demostrar que incluso una marca heavy-duty puede ser ligera en su huella ecológica.
La pausa del café (sí, también importa)
En toda oficina hay un punto donde se mide la cultura real de la empresa: la cocina. En la de Caterpillar Málaga, los colores se suavizan, la luz se vuelve más cálida y la conversación fluye. No hay ruido de motores, solo el sonido del espresso y alguna broma sobre «quién mueve hoy el proyecto más pesado».

Aquí el diseño no busca impresionar, sino acompañar el día a día. Esa mezcla entre potencia industrial y serenidad mediterránea crea un ambiente inesperadamente humano para una compañía de maquinaria.
Una oficina que cuenta una historia
Al final, el diseño de este espacio no pretende reinventar la rueda (ellos ya lo hicieron hace décadas), sino mostrar que la innovación también puede estar en el entorno donde se trabaja.

El resultado es una oficina coherente, inspiradora y muy on brand: robusta, funcional, con carácter, pero también con alma.
Porque sí, Caterpillar sigue siendo sinónimo de fuerza… pero en Málaga, esa fuerza se expresa con diseño, luz natural y un café compartido en el patio.
