En 2024, la demanda global de energía se incrementó un 2,2%, sobrepasando la media anual del 1,3% registrada en la última década. Este ascenso surgió principalmente de la electricidad, que avanzó un 4,3%, impulsada por el uso de vehículos eléctricos, centros de datos y aires acondicionados, de acuerdo con el informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Los combustibles fósiles mantienen un rol preponderante, y suponen más de la mitad de la nueva demanda energética. El gas natural aportó el 28%, el carbón el 15% y el petróleo el 11%. Al mismo tiempo, las energías renovables crecieron hasta un 38% del total, gracias a la energía solar y la eólica.
El gas natural registró un incremento del 2,7%. Destaca su crecimiento en países asiáticos como China e India, que anotaron alzas del 7% y 10%, respectivamente. Esto refleja la expansión de esas economías, que continúan recurriendo al gas como su fuente primaria de energía.
La demanda de petróleo subió un 0,8%, un ritmo moderado que se asocia a la electrificación del transporte. En ese contexto, las ventas de coches eléctricos crecieron más del 25%, superando los 17 millones de unidades a escala internacional.
Por primera vez en 50 años, la cuota del petróleo en la demanda global de energía quedó por debajo del 30%. Este hecho pone de manifiesto el cambio hacia fuentes de energía menos contaminantes y el efecto de la transición energética.
Las energías renovables crecieron cerca de un 6%, con la solar fotovoltaica y la eólica como vector principal. Cuatro quintas partes del aumento total de la demanda salieron de economías emergentes, pese a la ralentización registrada en países como China e India.
En la Unión Europea, la demanda energética aumentó un 0,5% en 2024, impulsada por las energías renovables y un mayor aporte nuclear. Es el primer crecimiento desde 2017, si se descarta el efecto de recuperación de 2021 tras la covid.