El actual sistema de prestaciones sociales se encuentra en pleno proceso de remodelación frente a los nuevos escenarios demográficos y económicos. Sin embargo, no todas las medidas son válidas ni tienen el mismo coste a largo plazo, como refleja Fedea en su informe «La salud financiera del sistema público de pensiones». El envejecimiento de la población, las bajas tasas de productividad en España y la incertidumbre ante los ciclos migratorios son los principales retos de cara a las próximas décadas. El actual mecanismo de financiación puede mantenerse con un nivel de gasto sobre el PIB similar, pero la caída en el poder adquisitivo de unas pensiones «cuasi congeladas» en una revalorización anual del 0,25% es el principal riesgo para los contribuyentes del futuro. El informe recoge las previsiones de evolución del actual sistema en base a distintos escenarios y variables determinantes (empleo, población, productividad, migraciones). El modelo refleja que el volumen de población se mantendrá relativamente constante hasta 2060, es decir, los flujos continuarán en torno a los 46,5 millones de habitantes, en gran parte debido al impulso de la inmigración. Sin embargo, la tasa de dependencia se duplicará, avanzando del 0,3% actual al 0,6% en 2065, por el incremento de los mayores de 65 años. Este dato tiene una relación directa tanto con el empleo como con el crecimiento potencial de la economía española: dentro de dos décadas, España llegará a tener una tasa de ocupación eficiente (en torno al 80%), debido en parte a la caída en el volumen de personas en edad de trabajar, pero este repunte no tendrá reflejo en el PIB (crecimiento medio del 1,5% hasta 2035) por la salida de factores productivos del mercado (trabajadores). 

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