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«No voy a dimitir si no sale la opa». Con estas palabras, Carlos Torres, presidente de BBVA, quiso dejar claro en enero que su mandato, recientemente renovado, estaba al margen de la operación que ha copado el papel salmón en los últimos meses.
Sin embargo, parece haber convertido la OPA sobre Banco Sabadell en una jugada clave de su mandato. No se trata solo de una operación corporativa: el intento de absorción es una declaración de poder, una redefinición del mapa bancario español y, según algunos actores del sector, también un movimiento personalista.
Desde que se anunció la oferta pública de adquisición, BBVA ha mantenido firme su mensaje: no aceptará un resultado parcial. O se consigue el control mayoritario del Sabadell (mínimo el 50,01 % del capital), o no habrá operación. En los entornos financieros más próximos a la operación se reconoce que el margen es estrecho y el resultado, incierto.
Ante este escenario, la pregunta clave es: si la OPA fracasa, ¿está en juego la presidencia de Carlos Torres?
Operación de seducción
En las últimas semanas, el equipo directivo de BBVA ha intensificado sus contactos con los principales gestores de activos del país y con fondos institucionales internacionales.
El objetivo: conseguir que los grandes inversores que poseen acciones de Sabadell apoyen la operación, y alcanzar así el umbral del 50 % necesario para que la OPA tenga éxito.
Fuentes próximas al consejo del BBVA indican que Torres ha participado personalmente en varios de estos encuentros, ofreciendo garantías de rentabilidad futura y estabilidad accionarial.
Incluso se habría activado una estrategia específica para captar el voto favorable de los pequeños accionistas, que, aunque dispersos, representan una parte sustancial del capital de Sabadell.
Los expertos bursátiles coinciden en que Torres sabe que no puede permitirse una derrota clara. Cada punto porcentual cuenta.
Margen de maniobra
Pese al tono firme exhibido por la dirección del BBVA en público, el documento oficial de la oferta (y sus suplementos) permite, en términos técnicos, que el banco acepte una participación inferior al 50% y opte por una segunda fase para adquirir el control total.
Es decir, aunque el banco ha elevado el listón simbólico al 50%, el marco legal no impide que considere exitoso un resultado menor, siempre que pueda ganar peso en el accionariado y en la gestión posterior.
Varios expertos en fusiones y adquisiciones coinciden en que esta redacción ambigua podría servir para dulcificar un fracaso parcial y permitir a Torres sostener su liderazgo, aun si no se alcanza el objetivo declarado.
No obstante, algunos consultores corporativos señalan que una interpretación excesivamente flexible podría generar tensiones internas en el consejo y provocar desconfianza en los mercados. Los inversores castigan más la incoherencia que el fracaso claro.
Tensión con el poder político
Uno de los factores que más han complicado la operación ha sido el ambiente institucional. Varios interlocutores financieros y fuentes cercanas al regulador reconocen que la operación no ha contado con una acogida favorable por parte del Ejecutivo.
Las condiciones impuestas por el Gobierno para autorizar la fusión —relativas a la protección del empleo, la red de oficinas y el crédito a pymes— han sido vistas por BBVA como una interferencia significativa.
De hecho, la entidad ha presentado un recurso ante el Tribunal Supremo para impugnar varias de esas condiciones, lo que añade una capa judicial a una operación ya cargada de tensión económica y política.
Pese a que prefieren mantenerse al margen sobre una posible dimisión, alegando que no les compete pronunciarse sobre decisiones empresariales, lo cierto es que en todo el proceso la posición del Ejecutivo ha sido contraria a la operación.
La operación ha causado un desencuentro entre el Gobierno español y la Comisión Europea que en julio abrió un expediente a España por las normas impuestas para aceptar la opa.
¿Dimitirá si pierde?
Pese a la presión ambiental, Carlos Torres ha reiterado de forma rotunda que no dimitirá en caso de que la OPA fracase.
Desde el consejo del BBVA no se han activado protocolos de sucesión ni se ha debatido formalmente una eventual salida del presidente. Al contrario, se sigue defendiendo que la OPA, aunque ambiciosa, no define por sí sola el plan estratégico del grupo.
El sector bancario se encuentra dividido. Mientras que algunos hablan de visión a largo plazo, otros actores del sector alertan de que una derrota rotunda, sin margen de negociación ni segunda fase, podría generar una erosión interna silenciosa.
Los escenarios posibles
Aunque en pocas semanas se conocerá el resultado final, ahora mismo hay tres escenarios principales con diferentes implicaciones para la presidencia del BBVA:
Fracaso parcial con margen táctico
La OPA no alcanza el 50%, pero se logra una participación relevante (entre 30% y 45%). BBVA lanza una nueva oferta o busca alianzas. El liderazgo de Torres queda tocado, pero no hundido.
En este caso, se refuerza su discurso de permanencia. La operación no es un éxito, pero tampoco un motivo de salida.
Fracaso claro y sin apoyos
Rechazo mayoritario de los accionistas. Ninguna posibilidad de control ni maniobra alternativa. El proyecto queda desactivado.
Aquí existe un riesgo real de erosión en el consejo. Aunque Torres no dimita de forma inmediata, su autoridad podría quedar debilitada. A medio plazo, su salida no sería descartable.
Éxito ajustado con fricciones
Se alcanza el mínimo exigido. La operación sigue adelante, pero con costes altos: tensiones legales, resistencias internas en Sabadell, y presión política.
Se fortalece el liderazgo de Torres, pero deberá gestionar con habilidad las consecuencias reputacionales y operativas del proceso.
¿Liderazgo blindado o cuenta atrás silenciosa?
El presidente del BBVA ha jugado una carta fuerte. Ha vinculado su legado a una operación arriesgada, en un contexto político complejo y con múltiples frentes abiertos. Si gana, consolidará su posición y se anotará un hito.
Si pierde, su liderazgo —aunque formalmente intacto— podría comenzar una cuenta atrás silenciosa.
Lo que está en juego no es solo una fusión. Es el relato de poder que quedará cuando todo esto termine.