Cuando el trabajo aprieta y el asfalto pesa, nada mejor que una escapada al bosque con una cesta y ojos de micólogo. Cuatro lugares de la Sierra de Madrid te esperan para desconectar entre pinos, humedad y silencio. Y, con suerte, volver con unos boletus bajo el brazo.
Puerto de la Fuenfría
A unos 1.800 m de altitud, este paso de montaña entre Cercedilla y Segovia ofrece un paisaje de calzada romana, Calle Alta y bosques maduros. Con humedad suficiente, aparecen boletus, níscalos y setas de cardo. Un clásico del senderismo con recompensa gastronómica.

Alameda del Valle
En el corazón del Valle Alto del Lozoya, este pequeño pueblo es un destino ideal para quienes buscan setas y calma. Sus alrededores combinan boletus, perrechicos y níscalos, aunque conviene ir con prudencia: también abundan especies tóxicas y difíciles de distinguir.
Puerto de Canencia
En la vertiente sur de la sierra, Canencia y su pinar antiguo son un referente para el micoturismo madrileño. Entre robles y helechos brotan boletus edulis, níscalos, setas de fraile y setas de cardo. Muy cerca, la Chorrera de Mojonavalle añade un punto escénico inolvidable al paseo.

Monte Abantos y Bosque de la Herrería
Entre San Lorenzo de El Escorial y Santa María de la Alameda, el Monte Abantos guarda secretos bajo su suelo húmedo: setas de cardo, boletus y senderuelas.
A pocos minutos, el Bosque de la Herrería ofrece un entorno accesible y perfecto para quienes prefieren rutas sin complicaciones.

Consejos para disfrutar sin riesgos
En zonas como Rascafría, Miraflores o Lozoya, es obligatorio contar con licencia municipal para recolectar. Usa cestas de mimbre, corta con cuchillo y evita rastrillos: así ayudas a que las esporas sigan su ciclo natural.
Si no estás seguro, acude a la Sociedad Micológica de Madrid, que ofrece identificación de ejemplares. Y recuerda: las sanciones por recolectar en zonas protegidas pueden ser elevadas.
Un domingo entre pinos y hojarasca, con los sentidos atentos a cada forma del suelo, es un lujo fuera de la oficina. Y si la suerte acompaña, volverás no solo con setas, sino con la cabeza despejada y el móvil lleno de fotos.