El trabajo de oficina, caracterizado por largas horas sentado frente a un ordenador, puede generar problemas físicos y mermar el bienestar general de los empleados. Dolor de espalda, fatiga o rigidez muscular son consecuencias habituales de un estilo de vida sedentario. Frente a ello, el entrenamiento de fuerza se presenta como una herramienta eficaz para proteger la salud y reforzar el rendimiento laboral.
Según explica Javier Herrero Cuesta, fisioterapeuta del Health Center Quirónprevención, «el entrenamiento de fuerza ha demostrado ser una de las mejores medidas de prevención de lesiones, ya que reduce la fatiga muscular, mejora la concentración y disminuye el dolor lumbar, cervical o de hombros».
Beneficios más allá de lo físico
El impacto de esta práctica no se limita a la salud corporal. Tal y como recuerda Herrero, el entrenamiento de fuerza también influye en la mente: «produce una liberación de endorfinas que reduce los niveles de ansiedad y estrés, mejorando la autoestima, la resiliencia y la calidad del sueño».
Estas ventajas se traducen en una mayor capacidad de concentración y en un estado anímico más estable durante la jornada laboral.
De manera directa, la empresa también obtiene beneficios. La reducción del absentismo, el aumento de la productividad y la mejora del clima laboral son algunos de los efectos que señala el especialista. Además, las organizaciones que promueven hábitos saludables refuerzan su imagen corporativa y logran un mayor compromiso por parte de sus equipos.
Claves para empezar de forma segura
No es necesario contar con grandes infraestructuras para incorporar el entrenamiento de fuerza en el día a día. Los expertos recomiendan empezar con sesiones de 20-30 minutos, dos o tres veces por semana, enfocadas en fortalecer espalda, abdomen y piernas. Ejercicios básicos como sentadillas, planchas o flexiones son una opción eficaz para comenzar sin material adicional.
Herrero aconseja realizar pausas posturales cada 45-60 minutos, con estiramientos y ejercicios de movilidad, así como micro pausas activas de 5-10 minutos en las que se incluyan movimientos sencillos, como elevaciones de brazos o sentadillas. También destaca la importancia de incorporar pequeños gestos en la jornada, como subir escaleras en lugar de utilizar el ascensor.
El papel de las empresas
El sedentarismo mantenido puede derivar en dolores crónicos, obesidad, problemas metabólicos y deterioro de la salud mental, con un impacto directo en la productividad. Ignorar este riesgo, subraya Herrero, «pone en compromiso el bienestar y la sostenibilidad de los equipos humanos».
Para revertirlo, las compañías pueden apostar por programas de pausas activas, crear espacios acondicionados para la práctica de ejercicio o establecer convenios con gimnasios. La integración de servicios de fisioterapia y educación postural también se revela como una medida eficaz. Además, ofrecer horarios flexibles o incentivos a quienes se adhieran a estas iniciativas fomenta la participación y el compromiso de los empleados.
Un cambio con efectos duraderos
El entrenamiento de fuerza no es solo un recurso para mejorar la condición física, sino una estrategia integral de bienestar. La evidencia muestra que empleados más sanos y motivados son también más productivos, comprometidos y resistentes al estrés.
Las empresas que deciden invertir en estos programas no solo protegen la salud de sus trabajadores, sino que consolidan su posición como organizaciones que cuidan a las personas y favorecen un clima laboral más positivo.