Los grandes líderes empresariales tienen algo en común: todos se equivocaron. En sus despachos se tomaron decisiones que parecían impecables sobre el papel, pero que en la práctica se convirtieron en lecciones de gestión que hoy se estudian en escuelas de negocios.
Como recordaba Steve Jobs, «no puedes conectar los puntos mirando hacia adelante, solo mirando hacia atrás».
Kodak y el miedo al cambio
En 1975, Steven Sasson, un joven ingeniero de Kodak, inventó la primera cámara digital. Su prototipo capturaba imágenes sin película, algo revolucionario para la época. Sin embargo, los directivos —centrados en proteger el negocio de rollos fotográficos— archivaron la idea.

Décadas después, bajo la dirección de George Fisher, Kodak seguía apostando por la fotografía química mientras competidores como Sony o Canon abrazaban lo digital.
El desenlace llegó en 2012, cuando la pionera de la fotografía se declaró en bancarrota. El mayor riesgo no siempre es innovar, sino no hacerlo. Aferrarse al pasado es una forma de rendirse sin admitirlo.
Nokia y la trampa del éxito
Durante los primeros años del siglo XXI, Nokia dominaba el mercado mundial de los móviles con más del 40% de cuota. Pero cuando Apple lanzó el iPhone en 2007, la compañía subestimó el cambio.
Olli-Pekka Kallasvuo, entonces CEO, confió en la fortaleza de Symbian y despreció la experiencia táctil que proponía Apple. En menos de cinco años, Nokia perdió su liderazgo y fue adquirida por Microsoft en 2013.
Coca-Cola y la lección del cliente
En plena «guerra de los refrescos» con Pepsi, Roberto Goizueta decidió reformular la receta original de Coca-Cola. Nació la New Coke.
El resultado fue un desastre: los consumidores se sintieron traicionados. En tres meses, la compañía recuperó la fórmula original como Coca-Cola Classic. Los datos no capturan lo emocional. La lealtad del cliente se construye con símbolos y emociones, no solo con sabor o precio.

Blockbuster y la negación del futuro
En el año 2000, un pequeño servicio de alquiler de DVD llamado Netflix ofreció a Blockbuster venderle su empresa por 50 millones de dólares. John Antioco, CEO de la época, rechazó la oferta.
Diez años después, Blockbuster quebró, mientras Netflix —ya en streaming— se convertía en líder mundial. La disrupción rara vez golpea de repente. Primero susurra, luego ruge. Escuchar a tiempo puede marcar la diferencia entre adaptarse o desaparecer.
Boeing y la cultura que perdió el rumbo
Durante décadas, Boeing fue sinónimo de seguridad. Pero en la carrera por competir con Airbus, la cultura cambió. Bajo la dirección de Dennis Muilenburg, la compañía priorizó plazos y resultados financieros sobre el control técnico.
El resultado: los accidentes del 737 MAX en 2018 y 2019, con 346 víctimas y una crisis reputacional histórica. La cultura corporativa no se mide en márgenes. Cuando se sacrifica la seguridad por la rentabilidad, el precio es incalculable.

Yahoo! y las oportunidades perdidas
A principios de los 2000, Yahoo! era el gigante de Internet. Pudo haber comprado Google o Facebook por apenas 1.000 millones de dólares cada una.
Terry Semel no vio el potencial y apostó por los medios tradicionales. Resultado: la empresa perdió relevancia y fue vendida a Verizon en 2017 por una fracción de su valor original. En tecnología, las decisiones lentas son decisiones equivocadas.
Starbucks y el exceso de expansión
Incluso los líderes visionarios se equivocan. En 2008, Starbucks enfrentó una crisis de identidad: había crecido demasiado rápido, abriendo tiendas sin control y perdiendo su esencia.
Howard Schultz regresó al mando, cerró cientos de locales y reformó la cultura interna para recuperar la conexión con los clientes. Crecer no siempre es avanzar. A veces, liderar implica detenerse, escuchar y redefinir el propósito.

Liderar también es equivocarse
Los errores estratégicos no son exclusivos de las empresas fallidas. Lo que distingue a los grandes líderes no es la ausencia de error, sino su capacidad de reconocerlo y aprender. En un entorno de ciclos empresariales más cortos y transformación constante, el liderazgo exige audacia y humildad.
Como afirmó Satya Nadella, CEO de Microsoft: «No se trata de tener razón, sino de aprender más rápido que los demás». Esa puede ser la lección más valiosa: los grandes líderes no son los que nunca se equivocan, sino los que convierten el error en estrategia de futuro.