Meta decidió tirar la casa por la ventana en junio: 14.300 millones de dólares en Scale AI y el fichaje de Alexandr Wang, su CEO, para que lidere la división de superinteligencia. Desde entonces, la empresa vive una montaña rusa de fichajes, dimisiones y giros estratégicos.
Mark Zuckerberg entró en la guerra de salarios y empezó a ofrecer sueldos de cientos de millones de dólares a los mejores ingenieros del sector. El movimiento atrajo a perfiles de primera fila como Nat Friedman (exCEO de GitHub) o Daniel Gross (Safe Superintelligence). El resultado: un auténtico mercado de fichajes galácticos en la IA.
Sin embargo, ante la oleada de llegadas, también hubo quien abandonó el barco. Ruben Mayer, que ya había trabajado con Wang en Scale AI, se marchó apenas dos meses después.
Y no fue el único: al menos tres investigadores más abandonaron Meta, dos de ellos para volver a OpenAI. La división se está partiendo entre la Meta de siempre y la Meta de la superinteligencia.
Scale AI, en la cuerda floja
La jugada con Scale AI también tiene letra pequeña. El equipo de Wang, bajo el nombre TBD Labs, colabora ahora con rivales como Mercor y Surge porque la calidad del etiquetado de datos de Scale no convence. Para rematar, tras el acuerdo con Meta, OpenAI y Google dejaron de trabajar con Scale, que poco después despidió a 200 empleados.
Para ordenar el caos, Meta ha creado cuatro nuevas subdivisiones que responden directamente a Wang. Pero la reorganización ha provocado más salidas hacia empresas como Cohere o Figma.
Y por si fuera poco, la compañía parece estar girando de los modelos open source de Llama hacia opciones más cerradas, como sus rivales en EE.UU. Incluso suena la idea de integrar ChatGPT en WhatsApp.
Meta ha movido ficha a lo grande, pero el tablero de la IA nunca estuvo tan revuelto.
