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Cada vez más corporaciones españolas invierten en startups. Lo hacen no solo por rentabilidad, sino para acceder a tecnologías emergentes, acelerar su transformación y ganar competitividad. El corporate venture capital (CVC) se consolida como la vía más directa para hacerlo.
Según 7r Ventures, el 55% de las grandes empresas españolas tiene programas de corporate venturing, frente al 90% de las firmas globales del Fortune 500. Otro informe, de BackFund, eleva la cifra al 67%, y añade un matiz relevante: la mitad de las iniciativas tienen menos de cinco años. España llega tarde, pero con decisión.
Invertir para sobrevivir
El CVC permite a las grandes compañías invertir de forma directa en startups. A diferencia del capital riesgo tradicional, gestionado por fondos independientes, el CVC depende del balance de la empresa y busca crear sinergias estratégicas más allá del retorno financiero.
Las razones para hacerlo son claras. Las corporaciones buscan innovar sin alterar su estructura, testar soluciones con bajo riesgo y mantener el radar tecnológico en un mercado donde la disrupción llega antes de lo previsto.
«Las empresas que adoptan el CVC no solo invierten: crean aprendizaje, alianzas y nuevos negocios», señala Karel Escobar, CEO de BackFund. Según el informe, el 64% de las compañías con CVC lo hace con objetivos estratégicos, frente al 10% que busca exclusivamente retorno económico.
La energía, pionera en el modelo
El sector energético lidera el venture corporativo en España. Iberdrola abrió camino en 2008 con PERSEO, un programa que ha invertido más de 125 millones de euros en proyectos de electrificación y descarbonización.
Desde entonces, ha impulsado más de 30 startups y participa en Andromeda, el primer gran fondo tecnológico español dedicado a la transición energética, con 300 millones de euros.
Repsol lanzó en 2022 su fondo Deep Tech, con 50 millones de euros, centrado en tecnologías de descarbonización. Ese mismo año, junto a Suma Capital, creó Net Zero Tech Ventures, dotado con 150 millones, de los cuales la petrolera aporta un tercio.
Ambas compañías invierten en tecnologías de alto impacto para reducir emisiones y aumentar eficiencia, demostrando que el CVC puede ser también una herramienta de sostenibilidad corporativa.
La banca invierte en futuro fintech
El sector financiero fue el siguiente en moverse. Santander duplicó en 2020 el tamaño de su fondo Mouro Capital, con 400 millones de dólares para invertir en fintech en Europa, América y Asia. En su cartera figuran nombres como iZettle, Kabbage, Creditas o Ripple.
Por su parte, BBVA lanzó Spark, una unidad que combina financiación e inversión en startups tecnológicas. Desde 2022 ha comprometido 250 millones de euros y ha respaldado a compañías como Paack, Payflow o Twinco. En paralelo, mantiene su posición en Propel Venture Partners, fondo con sede en San Francisco en el que ha participado en unicorns como Coinbase o Hippo.
Wayra, el modelo más maduro
Si hay un actor que simboliza la consolidación del CVC en España es Telefónica. Su programa Wayra, con más de 15 años, ha invertido 233 millones de euros en 1.100 startups y ha generado más de 520 millones en negocio para la compañía.
Wayra no solo invierte: conecta emprendedores con las áreas de negocio del grupo y actúa como socio industrial. «Nuestro objetivo es que las startups crezcan con Telefónica, no solo gracias a Telefónica», explican desde la compañía.
Este modelo híbrido —inversión y colaboración operativa— es hoy la referencia para las nuevas iniciativas del Ibex.
Fluidra y la nueva ola industrial
El fenómeno no se limita a la banca o la energía. Este año Fluidra ha lanzado Fluidra Ventures, un fondo de 20 millones de euros que busca impulsar startups en IoT, robótica o sostenibilidad aplicadas al sector de las piscinas y el bienestar. En su primera fase, invertirá en Europa y Estados Unidos con la meta de crear «una cartera sólida de startups» en tres años.
Fluidra se une así a una nueva generación de empresas industriales que ve en el CVC una forma de liderar la innovación sin depender de terceros.
Casos de éxito: Wallbox y más allá
La historia de Wallbox es el ejemplo más visible de cómo una startup puede escalar gracias al apoyo corporativo. Iberdrola, a través de PERSEO, apostó por ella cuando apenas iniciaba su expansión. Hoy cotiza en la Bolsa de Nueva York y se ha convertido en un unicornio de referencia en movilidad eléctrica.
En el ámbito internacional, Google Ventures (GV) marcó un precedente al invertir 258 millones de dólares en Uber en 2013. La operación se convirtió en una de las inversiones más rentables de la década y un modelo de cómo las grandes tecnológicas usan el CVC como radar de disrupción.
Lo que viene: más foco y más profesionalización
El auge del CVC español coincide con un proceso de madurez y especialización. Los fondos corporativos evolucionan hacia estructuras más ágiles, con métricas de negocio claras: ingresos conjuntos, pilotos activos y colaboración entre áreas.
Según BackFund, solo el 42% de los vehículos españoles tiene más de 10 participadas, lo que revela aún un margen de mejora. La clave está en diversificar carteras y mantener la disciplina inversora.
El camino, sin embargo, es prometedor. Los corporates que apuesten por el CVC no solo innovarán: ganarán tiempo al mercado, talento y acceso a las tecnologías que marcarán la próxima década.