Organizar un cumpleaños, una cena de empresa o una despedida puede ser un lío. Buscar sitio, confirmar asistentes, gestionar bizums… Komvo nació para eliminar ese caos y convertirse en el mejor aliado del «líder del grupo», esa persona que siempre organiza los planes.
La app funciona como un marketplace de planes en grupo, en el que los usuarios pueden comparar ofertas, reservar espacios y gestionar todo lo relacionado con el evento sin salir de la plataforma. Mientras tanto, los locales ganan visibilidad, automatizan procesos y reciben reservas más afinadas.
Javier Latasa, pamplonés de 25 años, dejó la consultoría para liderar esta startup. Junto al ingeniero Antonio González y el programador Nacho Lozano, lanzó Komvo tras varios meses trabajando en paralelo. Hoy ya colaboran con 65 locales de Madrid y facturan entre 6.000 y 8.000 euros al mes.
La aplicación permite explorar planes específicos dentro de cada restaurante o bar (como bonos de consumición o menús cerrados), ver disponibilidad, compartir con el grupo y confirmar asistencia. Todo esto sin que nadie tenga que descargarse nada.
El equipo trabaja en mejorar cada detalle. «Estamos curando la selección de locales para garantizar un servicio de calidad. Así, los establecimientos reciben reservas más cualificadas», explica Latasa. El modelo es gratuito tanto para usuarios como para restaurantes, que solo pagan por cada reserva cerrada.
Komvo quiere escalar. En los próximos meses, buscan consolidarse en Madrid y empezar su expansión a Valencia y Barcelona a finales de 2025. También están desarrollando una línea B2B enfocada en eventos corporativos como afterworks y cenas de empresa.
«A veces actuamos casi como agencia», reconoce el CEO. Pero su objetivo es que, con el tiempo, la tecnología permita a cualquier empresa crear un evento completo en pocos clics.
Detrás de la idea también hay una historia personal. Latasa creció en un entorno familiar marcado por el comercio y la empresa, desde su abuelo en El Corte Inglés hasta la tienda de su pueblo. Y fue durante un año de estudios en EE.UU. donde conoció el espíritu emprendedor que terminaría de impulsarlo.
La validación clave llegó en marzo, cuando fueron seleccionados por Lanzadera, la aceleradora de Juan Roig. «Fue lanzarse a la piscina sin saber si había agua. Pero ahora ya no tengo el vértigo del lunes. Eso no tiene precio», resume Latasa, convencido de que este es solo el principio.