La inversión pública en infraestructuras en la economía, es, en palabras del Consejo Económico y Social en su informe 02/2016, un instrumento esencial de la política económica, pues afecta a la productividad, a los mercados de bienes y servicios, a la cohesión del territorio y al desarrollo de las zonas más favorecidas. Este mismo informe sostiene que, una reducción de estas inversiones, afecta negativamente al desarrollo económico a largo plazo, reduciendo el PIB futuro, la recaudación fiscal y la capacidad de hacer frente a la deuda pública. Según explica EY en su informe “La crisis del sistema de contratación pública en España”, el peso de la contratación pública en el PIB mundial supone entre el 13 y el 20% según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica (OCDE). En Europa, la contratación pública se situaba en torno al 20% del PIB, y en España en 2015 suponía cerca del 10,4% del PIB (unos 100.000 millones de euros) y daba empleo a cerca de un millón de personas. Esta reducción en las inversiones públicas ha afectado directamente, como es obvio, al sector de la construcción, uno de los más importantes para la economía española antes del estallido de la crisis. El sector de la construcción ha visto cómo en apenas ocho años ha reducido su actividad a la mitad; en 2007 la construcción suponía el 21,1% del PIB español, y en 2015 apenas el 10,4% pese a que el PIB es ahora más elevado que entonces.
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