Hace treinta años, la situación del sector bancario tenía ciertos paralelismos con el actual contexto. En 1986, la banca había dejado atrás la mayor crisis que había conocido, creada por la liberalización del sector y agudizada por la crisis económica que atravesaba el país. Desde 1997, cuando se instauró el Fondo de Garantía de Depósitos y se dotó al sistema de una mayor regularización, desaparecieron alrededor de cincuenta entidades de las más de cien existentes, afectando principalmente a los bancos pequeños y medianos que no supieron adaptarse a la libre competencia y a una mayor exigencia de capital. La caída más sonada fue la de los diecisiete bancos del imperio de Rumasa, que terminó expropiado por el Gobierno de Felipe González.
La crisis bancaria de los ochenta dejó un mapa bancario con medio centenar de entidades en el que las cajas de ahorro lideraban el mercado nacional gracias al empuje que tenían en sus respectivas regiones. En aquel momento competían ocho bancos a nivel estatal y media docena de sólidos bancos medianos en Zaragoza, Sabadell o Guipúzcoa. Pero sólo era la antesala de los grandes movimientos corporativos que se produjeron en los años siguientes y que dejaron definido al sector, tal como lo conocemos hoy en día. El baile de fusiones no comenzó hasta 1988 cuando se unió Banco Bilbao con Banco Vizcaya dando pie a una década de operaciones. Se integraron el Banco Central con el Hispano en el BCH y la banca pública; por su lado, Banco Exterior de España y Caja Postal se fusionaron en Argentaria. Mientras, Emilio Botín rompía el mercado con una agresiva propuesta comercial en hipotecas y depósitos. Pero no fue hasta 1999 cuando se culminó la reestructuración con la adquisición por parte de Santander de BCH y la fusión entre Argentaria y BBVA.
Consolidación
Treinta años después de 1986, el sector vive en un compás de espera parecido que el de aquel año para iniciar la última fase de concentración que se desató con la crisis financiera de 2008. La banca ha dejado atrás los peores años, tras ingentes provisiones millonarias para absorber pérdidas y más de 60.000 millones en inyecciones de dinero público, que han servido para una profunda transformación del sector. La consecuencia ha sido un proceso de consolidación en el que han desaparecido prácticamente las cajas de ahorros
integradas en grupos bancarios más solventes y fuertes. Una transformación vertiginosa en la que el conjunto del sector ha asumido 298.000 millones de pérdidas en forma de provisiones para sanear balance, se han intervenido cuatro entidades y se ha producido un duro ajuste en todas las entidades, desde 2012 se han suprimido más de 6.000 oficinas y las plantillas se han reducido en más de 37.000 trabajadores. De las cincuenta y tres entidades que formaban parte del sistema financiero español en 2007, a día de hoy se han quedado reducidas a catorce, de las cuales la mitad no son lo suficientemente grandes para resistir el exigente entorno de tipos bajos.
Las autoridades bancarias han pasado de estar preocupadas por la solvencia de las entidades a estarlo por la rentabilidad del negocio. La política monetaria ha llevado a los tipos de interés a cero, lo que condena a las entidades a desarrollar su actividad tradicional, de prestar y captar dinero con un estrecho margen de beneficio. La rentabilidad que ofrecen al público por el pasivo es tan escasa como los intereses que aplican al nuevo crédito. Aunque por tercer año consecutivo el conjunto de bancos ha visto cómo su beneficio neto se eleva gracias a una menor carga de dotaciones tras años de saneamiento y
a una mejora de la morosidad, tanto el BCE como el Banco de España están presionando al sector para que inicie una nueva ronda de fusiones para que las entidades más grandes integren a las más pequeñas con el objetivo de sobrevivir a los tipos cero. En el ojo del huracán se encuentran Abanca, Liberbank, Unicaja, Ibercaja, Kutxabank y BMN. La teoría dice que las integraciones son el camino más fácil para ganar rentabilidad creciendo en tamaño y aumentando la eficiencia vía sinergias. Todo el sector coincide en que se deben producir fusiones, pero la inestabilidad política está aplazando los movimientos hasta que no se despeje el panorama político.
Si hace treinta años la ruta ideal era la creación de grandes gigantes bancarios, ahora pasa porque esos grandes campeones gestados en los años noventa se queden con las entidades más pequeñas y que más riesgo tienen de que la escasa rentabilidad a medio plazo afecte a su solvencia. Durante estos años, BBVA, CaixaBank y Sabadell han sido clave en la reestructuración del sector cobijando a varias de las cajas intervenidas. Todo hace indicar que los tipos bajos han llegado para quedarse un largo tiempo, y tarde o temprano se precipitarán los movimientos.
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