Desde que las series de televisión comenzaron a despuntar como fenómeno sociológico en 1999, con el estreno de la aclamada Los Soprano en HBO, la industria audiovisual ha pasado por distintos altibajos que han llevado a algunos expertos a vaticinar el agotamiento de este formato. En estas dos últimas décadas, hemos visto el auge de la cadena HBO, responsable de series tan emblemáticas como A dos metros bajo tierra, The Wire, Roma, Sexo en Nueva York, True Blood y, más recientemente, Juego de Tronos o True Detective, que ha generado una dura competencia en EEUU con cadenas como FOX, Showtime o las clásicas CBS y ABC. Fruto de esa rivalidad por ganarse al público, han ido estrenándose títulos tan lucrativos como Perdidos (ABC), House (FOX), los distintos spinoffs de CSI (CBS), Mujeres Desesperadas (ABC), Prison Break (FOX), Breaking Bad (AMC) o Cómo conocí a vuestra madre (CBS), que consiguieron expandir el «fenómeno serie» más allá de EEUU. Además, en el último lustro, la irrupción de plataformas online como Netflix y el posicionamiento en ese mercado de cadenas como HBO y empresas ajenas al negocio como Amazon, ha aumentado el número de series al alcance de los espectadores y ha ampliado las audiencias a nivel global. Sin embargo, a pesar de que los géneros televisivos concentran a los más reputados directores, guionistas y actores y las cifras de producción más mareantes, en los últimos años ha aumentado el número de capítulos piloto que no consiguen un contrato de emisión, al igual que el final o la cancelación de varios títulos emblemáticos ha generado una sensación de saturación en el sector. Pese a los malos augurios, las últimas cifras sobre producción de series televisivas las sitúan de nuevo como tendencia a seguir. Según un estudio de FX Networks Research recogido por Statista, en 2017 se batió el récord de series emitidas en EEUU, lo que supone más del doble de series originales que en 2010. 
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