Navidad agridulce en París

Caras serias, miradas perdidas y silencio, un profundo silencio. Esta es la estampa que reina en la Plaza de la República de París, símbolo de la libertad, la igualdad y la fraternidad francesa. Un inmenso respeto a cada uno de los mensajes en contra de la guerra y del terrorismo inundan la plaza, que cada día acoge a miles de visitantes. En algunos rostros, incluso, se vislumbra alguna lágrima, quizá muestra del recuerdo por el horror sufrido.

Un mes y medio después de los atentados yihadistas que dejaron 130 muertos en París, Francia intenta reponerse, pero es difícil. El país ha blindado sus Navidades con 120.000 policías y gendarmes, que velarán por la seguridad en estas fiestas, especialmente en la capital. Todas las medidas de seguridad se hacen más necesarias que nunca en una ciudad que no olvida y, mucho menos, perdona.

La alerta policial se ha fijado particularmente en las misas y oficios de Navidad. El ministro francés del Interior, Brenarnd Cazeneuve, se dejó ver en la Catedral de Notre Dame el pasado 25 de diciembre, día escogido para la celebración de una gran misa, que concentró a parisinos con turistas de todo el mundo.

La entrada de la catedral estaba blindada por las fuerzas de seguridad, todos ellos armados con metralletas. No sólo la Catedral de Notre Dame está blindada, sino también otros símbolos parisinos, como la Torre Eiffel, el Palacio Nacional de los Inválidos, la Basílica del Sagrado Corazón o el Palacio de Versalles. En todos ellos, los guardias registran los bolsos y las mochilas de los visitantes y, en los casos en los que es necesario, se lleva a cabo un cacheo.

En el metro, el altavoz recuerda a los viajeros que estén pendientes de movimientos sospechosos de otras personas, y si observan alguna mochila u objeto extraño abandonado, avisen rápidamente al personal de seguridad. El mercadillo de Navidad instalado en la avenida de los Campos Elíseos también está fuertemente vigilado y, de hecho, permanecerá abierto este año una semana más de lo normal, hasta el 10 de enero, para compensar la caída de los ingresos derivada de los atentados.

Una caída que el país ha notado especialmente en el turismo. Los vuelos se han reducido y los hoteles no se llenan. Según datos de la Cámara de Comercio y de la Industria de París Ile de France, los ingresos de los hoteles en la región de París cayeron un 50% la semana posterior a los atentados y el número de clientes descendió entre un 30% y un 50% en los grandes comercios.

Estos días se puede pasear por París sin aglomeraciones, que serían muy típicas en cualquier otro momento del año y, en especial, en estas fechas… pero el miedo a viajar a un país en alerta terrorista ha frenado a millones de personas. Esperemos que Francia recupere el brillo perdido y que París vuelva a ser la ciudad del amor, la ciudad del "No a la guerra" y la ciudad símbolo de la libertad, una libertad que el pasado 13 de noviembre quedó reducida a cenizas.

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