En los últimos días Nike se ha enfrentado a un escenario complicado tras conocerse que los aranceles impuestos por Donald Trump afectaría a Vietnam, país donde la firma tiene buena parte de su actividad.
Las acciones de Nike registraron un retroceso del 14% tras la notificación de nuevos aranceles por parte de Estados Unidos, intensificando una tendencia negativa que se viene arrastrando desde finales de 2021, cuando el valor había descendido cerca de un 70%.
El golpe de estos aranceles resulta considerable para Nike, cuya estructura de fabricación en Asia enfrenta compromisos críticos. Vietnam, punto neurálgico en su actividad productiva, se ve sujeto ahora a un gravamen del 46%, que repercute en la mitad de su producción de calzado. Indonesia y China, también eslabones clave en su cadena de suministro, soportan tasas del 32% y 54%, respectivamente. Estas tres regiones abarcan el 95% de la producción de calzado de Nike, lo que deja mínimo margen para esquivar estos costes.
Expertos bursátiles calculan que los aranceles podrían recortar en 1,69 dólares los beneficios por acción de Nike este año. Para contrarrestar semejante impacto, la firma requeriría subir sus precios entre un 10% y un 12%, lo cual podría restarle competitividad frente a otras alternativas del sector.
La dependencia casi absoluta de la empresa respecto a Asia, cifrada en el 95%, entorpece una reubicación rápida de su producción. El proceso de traslado de instalaciones resulta extenso y podría alargarse años, dejando pocas vías de escape a corto plazo. La comparación con Adidas, que mantiene una proporción industrial sólida en Europa, subraya la brecha competitiva desfavorable para Nike.
En medio de este escenario, ha surgido un alivio provisional a raíz de las declaraciones de Donald Trump. El expresidente afirmó que «Vietnam bajará a cero los aranceles a EEUU», lo cual relajaría parte de la presión sobre la compañía si llegara a cumplirse. Sin embargo, esa eventualidad no solventa todos los contratiempos actuales.
Nike también se ve ante dificultades de competitividad con rivales como Adidas, Puma y Lululemon. Estas marcas cuentan con menor dependencia de Asia, circunstancia que les permite maniobrar mejor la coyuntura arancelaria.
La entidad dispone de pocas estrategias para responder. Entre las opciones, se contemplan negociaciones con proveedores para repartir el coste añadido, una mayor automatización para reducir la mano de obra intensiva y la búsqueda de exenciones o ajustes a la política arancelaria. Sin embargo, algunos inversores dudan que estas iniciativas resulten suficientes para sostener la posición de la marca.