Tabla de contenidos
Las empresas están obsesionadas con los datos. Y no es para menos: en la era digital, cada clic, cada correo, cada paso del cliente puede ser rastreado, medido y empaquetado en un dashboard de apariencia impecable.
Pero una verdad incómoda flota detrás de tanta analítica: muchas métricas no sirven para nada. O, peor aún, llevan a decisiones equivocadas.

¿Cuántos likes tuvo la última campaña? ¿Subimos un 12% en engagement? ¿Y eso, exactamente, qué significa para el negocio?
Cada vez más líderes se enfrentan a una paradoja: tienen más datos que nunca, pero menos claridad real. Por eso ha llegado el momento de separar el ruido de la señal. O, dicho de otra forma, las métricas que importan de las que solo ocupan espacio en la pantalla.
Vanity KPIs: el espejismo de lo cuantificable
El concepto de vanity metrics no es nuevo. Lo popularizó Eric Ries en The Lean Startup para describir aquellos indicadores que «suenan bien» pero no dicen nada útil.
Likes, visitas, descargas, aperturas de email… cifras infladas que pueden impresionar en una presentación pero que rara vez explican el porqué de un resultado ni cómo mejorar en el futuro.

En palabras más crudas: son métricas que alimentan el ego, no la estrategia.
En muchas organizaciones, estos indicadores se usan por inercia, porque el software los muestra, o porque siempre se han reportado. Pero tener una gráfica en crecimiento no significa que el negocio lo esté.
KPIs que impulsan decisiones
Al otro lado del espectro están las métricas que realmente ayudan a gestionar. Las que, si cambian, activan una acción o una decisión. Aquí van algunos ejemplos:
- Coste de adquisición por canal, no solo leads totales.
- Customer Lifetime Value, no solo ventas del mes.
- Churn rate (tasa de abandono), no solo número de clientes actuales.
- Tiempo medio de respuesta o resolución, no solo número de tickets.
- Índice de rotación voluntaria, no solo plantilla total.
Lo común entre todas ellas es esto: generan contexto. No solo miden el qué, sino que abren la puerta al por qué.

¿Cómo saber si una métrica vale la pena?
Aquí van tres filtros prácticos que puedes usar antes de incluir (o mantener) una métrica en tu reporte:
¿Puedes actuar sobre ella? Si sube o baja, ¿sabrías qué hacer? Si no, es solo un termómetro sin instrucciones.
¿Está vinculada a un objetivo clave? Toda métrica debería tener una «línea directa» con una prioridad del negocio. Si no puedes trazarla, quizá está de más.
¿Te ayuda a aprender? Las métricas valiosas no solo informan. Enseñan algo. Revelan un patrón. Despiertan una pregunta. Y te invitan a mejorar.
Un dashboard menos sexy, pero más útil
En muchos casos, lo que necesitamos no es más datos, sino mejores preguntas. Las empresas más maduras están rediseñando sus paneles de control con menos gráficos, menos colorines y más foco: ¿qué métricas mueven la aguja? ¿Cuáles son señales tempranas de problemas futuros? ¿Cuáles sirven para anticipar, no solo para explicar?

La tendencia no es tener dashboards más grandes, sino más inteligentes. Con menos métricas, pero más potentes.
El ego no toma decisiones (o no debería)
El gran riesgo de las vanity metrics es que nos hacen sentir bien… mientras el negocio va mal. Por eso, si algo no se puede accionar, no debería ocupar espacio en la mesa de dirección.
La próxima vez que abras un dashboard, pregúntate esto: ¿estoy viendo un espejo que me halaga o un mapa que me orienta?
Porque no se trata de medir más. Se trata de medir mejor.