¿Puede quedar Clinton fuera del mapa?

La polémica persigue a los candidatos a la Casa Blanca, y no solo a Donald Trump. Hillary Clinton desde que tomara posiciones para convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos como secretaria de Estado con Barack Obama no ha parado de pisar jardines que le persiguen como candidata, hasta el punto de que puede quedar descarrilada en la carrera presidencial. Lo que comenzó como un ligero despiste, que cualquier mortal ha cometido, utilizar el correo electrónico personal para el trabajo se ha convertido en una gran bola de fuego que amenaza seriamente su asalto a la presidencia de los Estados Unidos. La cosa se complica cuando se trata de una persona con altos cargos en el Gobierno del país más poderoso del mundo.

Oficialmente el caso está cerrado. El FBI y el Congreso la pusieron contra las cuerdas cuando abrieron senda investigaciones en 2015. Se le acusaba de incumplir las leyes de seguridad del país por utilizar su email desde un servidor de Yahoo! con material clasificado. El FBI y el Congreso dieron carpetazo al asunto, pero sirvió para airear más de 15.000 correos y otras miles conjeturas sobre la figura de Clinton, además de ser carnaza fácil de lengua afilada como Donald Trump. La ha tachado de antipatriota, de fundadora del Estados Islámico, irresponsable y otras lindezas más.

A partir de que saliera a la luz su affaire informático, el asunto se ha complicado de manera insospechada para Hillary Clinton. Borrado de correos, filtrados de WikiLeaks, recuerdos del atentado de Benghazi de 2012, conspiraciones en el partido Demócrata y las supuestas injerencias de Rusia. Los ingredientes perfectos para una nueva novela de John le Carré. Pero lejos de la gresca política que aviva Trump cada semana y de que no se le han pedido cuentas de otros 15.000 emails que había borrado, y que son supuestamente la fuente de Wikileaks, las consecuencias judiciales no están cerrados. El grupo conservador Judicial Watch, una especie de bufete a lo Manos Limpias, que supuestamente defiende los intereses del país y que ha emprendido cruzadas judiciales contra altas esferas del Estado norteamericano, mantiene abierto el caso. Ha denunciado al Departamento de Estado y ha desvelado que existen otros 15.000 correos más que vincula a la Fundación de los Clinton con el propio Departamento de Estado con supuestas donaciones dudosas y enchufes. Judicial Watch por lo menos se ha garantizado que el proceso judicial dure hasta la campaña presidencial.

Del caso de los correos, quizá el asunto más doloroso, ha sido revivir las críticas sobre el atentado a la embajada estadounidense en Libia, en Bengazhi de 2012 , donde perdieron la vida cuatro diplomáticos entre los que se encontraba el propio embajador. Del mandato como secretaria de Estado fue el borrón más importante de su gestión. En su momento, fue criticada porque supuestamente  se había negado a ofrecer mayores medidas de seguridad que le habían pedido los diplomáticos destinados a Libia antes del ataque. Obama y Clinton alegaron los primeros días que había sido una reacción violenta espontánea imprevisible provocada por la aparición de un vídeo con burlas a Mahoma en YouTube. Sin embargo, se demostró que el asalto había sido planeado y la Administración Obama tardó semanas en rectificar. Ha sobrado tiempo para que con el escándalo de los correos borrados acusen a Clinton que eliminó las peticiones de refuerzos del cuerpo diplomático que estuvo destinado en Libia.

La otra derivada ha sido la conspiración del Partido Demócrata para desbancar a Bernie Sanders en la carrera con Clinton para liderar el partido. WikiLeaks filtró 20.000 emails que señalan a Debbie Wasserman, presidenta del Comité Nacional Demócrata y otros altos funcionarios, comoperjudicar la campaña de Sanders y favorecer a Clinton. Wikileaks amenaza en las próximas semanas más revelaciones de correos de Hillary Clinton.

Otra tanda ya sirvió de munición a Trump para llamarla  fundadora del Estado Islámico con la información sobre que la exsecretaria de Estado estaba completamente al tanto de la complicidad de Estados Unidos en la crisis de Libia a la hora de armar a los insurgentes para poner fin al Gobierno del exdictador libio Muamar Gadafi, unas armas que terminaron en manos del Estado Islámico.

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