David Bowie fue pionero en el plano musical pero también en la forma de financiarse a través de la Bolsa. En 1997 se lanzó a Wall Street con la emisión de unos bonos titulizados respaldados por derechos de propiedad intelectual. El cantante vendió así los derechos derivados de los 25 álbumes que había grabado antes de 1990. Una fórmula de financiación con la que consiguió levantar 55 millones de dólares y a la que la agencia de rating Moody´s, otorgó una calificación nada desdeñable de A3. La aseguradora Prudential fue la compradora de toda la serie, y la mantuvo hasta su extinción. Bowie utilizó los ingresos para recomprar canciones a su antiguo agente en una inteligente estrategia para conservar los derechos de toda su obra.
El músico se convirtió así en la avanzadilla de un modelo del que otras estrellas de la talla de Iron Maiden, James Brown, Rod Stewart y Dusty Springfield fueron imitadores. Incluso los Beatles, Michael Jackson o los herederos de Bob Marley tantearon la opción aunque finalmente no llegó a materializarse. Quizás porque vieron llegar la revolución de internet y la piratería que provocó que los "Bowie Bonds" vieran rebajada su calificación crediticia un peldaño por encima del "bono basura".
Bowie inició, sin embargo, un mercado de títulos soportados por derechos de propiedad intelectual muy parecido a las famosas "cédulas hipotecarias" que llevaron a la crisis de 2007 en EEUU. En 2015 las ventas de este tipo de títulos representaron el 21% de todas las emisiones de valores respaldados por activos, según Barclays que anticipa un volumen de negocio para 2016 de 45.000 millones de dólares. Sin embargo, bonos como los de Bowie quedan restringidos a artistas capaces de lograr un altísimo reconocimiento mundial.
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