A finales del pasado mes de septiembre, la Casa Blanca anunció el plan de reforma fiscal en el que se apuesta por gigantes recortes de impuestos tanto para empresas como para personas, pero sin aclarar cómo compensará la caída en los ingresos sin elevar el déficit. La reforma fiscal incluye una reducción de la tasa impositiva para las empresas del 35% al 20% y simplifica los tramos de impuestos de la renta individual, al pasar de las siete actuales a tres: del 12%, del 25% y del 35%.
Las nuevas cifras suponen rebajar el tipo máximo para las personas, actualmente del 39%, y elevar levemente el mínimo, del 10%. Asimismo, eliminaría el impuesto de sucesiones, crearía una nueva deducción por adultos dependientes, como personas mayores o enfermos, y amplía la básica para personas a 12.000 dólares y 24.000 para parejas.
La incógnita sin desvelarse todavía es cómo compensará la consiguiente caída en la recaudación fiscal, calculada en torno a 5 billones de dólares en diez años, para evitar que se genere más déficit presupuestario. El cronograma para la reforma Para aprobar su nueva reforma fiscal propuesta, los republicanos en el Congreso de los Estados Unidos deberán tener especial cuidado para evitar lo sucedido anteriormente con la reforma sanitaria. Bajo este enfoque, el Senado necesitará sólo 50 votos en lugar de los 60 votos tradicionales. El plazo estimado para este proceso es el siguiente: 


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