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En la última década, el ecosistema emprendedor ha vivido una transformación profunda: ya no son solo los inversores de riesgo ni las administraciones públicas quienes impulsan nuevas startups.
Las grandes empresas están asumiendo un rol cada vez más activo en la promoción del emprendimiento a través de incubadoras y aceleradoras corporativas. ¿Qué buscan? Innovación, agilidad y conexión con nuevas ideas que no siempre florecen dentro de sus estructuras tradicionales.
El fenómeno no es nuevo, pero se ha intensificado en los últimos años. En lugar de desarrollar todos sus productos o soluciones desde dentro, compañías como Telefónica, Repsol o Iberia en España, y gigantes como Google, Microsoft o Coca-Cola a nivel internacional, han optado por crear entornos paralelos donde las startups puedan crecer, pivotar y aportar valor, con un ojo puesto en posibles integraciones futuras.
De la estrategia de marca a la inversión de impacto
Las motivaciones para que una gran empresa cree una aceleradora o incubadora son múltiples. En algunos casos, el objetivo es mejorar la imagen de marca y posicionarse como un actor moderno y comprometido con la innovación.
En otros, el enfoque es más práctico: detectar soluciones que puedan resolver problemas internos, abrir nuevas líneas de negocio o identificar startups que puedan ser adquiridas a medio plazo.
Un ejemplo emblemático en España es Wayra, la aceleradora de Telefónica, que desde 2011 ha apoyado a más de 800 startups en 10 países. Además de mentoría, espacio y conexión con el ecosistema corporativo, ofrece inversión directa. Solo en 2022, Telefónica Ventures destinó más de 10 millones de euros a startups tecnológicas, muchas de ellas nacidas o impulsadas desde Wayra.
También destaca Lanzadera, la aceleradora de empresas enmarcada en Marina de Empresas e impulsada por Juan Roig. El objetivo de este proyecto es generar las condiciones necesarias para contribuir a la creación de empresas eficientes, que aporten valor a la sociedad e implanten un modelo empresarial sólido.
Otra iniciativa destacada es BIND 4.0, impulsada por el Gobierno Vasco con fuerte participación empresarial. Grandes nombres como Mercedes-Benz, Siemens o Coca-Cola colaboran en esta aceleradora para el sector industrial, donde startups y multinacionales desarrollan proyectos piloto conjuntos con aplicación directa en planta.
En América Latina, Seedstars conecta a corporaciones, inversores y startups tecnológicas en países como México, Colombia y Perú. En Brasil, Cubo Itaú, creado por el mayor banco privado del país, atrae innovación fintech.
En Estados Unidos, el modelo ha madurado aún más. Google for Startups y Microsoft for Startups son dos de los programas más influyentes, plataforma de lanzamiento de compañías hoy valoradas en cientos de millones.
Grandes oportunidades
Para las corporaciones, los beneficios incluyen acceso temprano a innovación, visibilidad, mejora reputacional y, en algunos casos, ventajas fiscales. En España, las deducciones alcanzan hasta un 42% en actividades de innovación tecnológica. También existen beneficios regulatorios en inversiones a través de sociedades de capital riesgo, aunque dependen de la estructura.
Sin embargo, no todas las relaciones son armoniosas. Algunos fundadores critican que las aceleradoras corporativas actúan más como escaparate que como plataforma real de apoyo.
Hay iniciativas que tienen más de marketing que de impacto real. Prometen mentoría y visibilidad, pero luego te dejan solo en la implementación, explican algunos emprendedores que han pasado por una aceleradora.
Para las startups, la principal ventaja es la validación de mercado. Una alianza con una gran empresa puede abrir puertas a clientes, inversores y medios, además de acceso a datos e infraestructuras difíciles de obtener de forma independiente.
Fricciones y dependencia
Pero también existen riesgos: dependencia excesiva, desarrollos a medida que desvían el foco original o condiciones contractuales desproporcionadas en fases tempranas.
El equilibrio es difícil. Lo ideal es que haya sinergia real: que la startup mantenga su independencia y que la corporación tenga una vía directa para implementar soluciones que de otro modo tardarían años en desarrollarse internamente, señalan los expertos.
El papel de las aceleradoras e incubadoras corporativas, bien ejecutado, puede ser un catalizador potente de cambio en sectores donde la innovación avanza a distinto ritmo que las grandes corporaciones.
Para las empresas, supone una vía ágil de adaptación. Para las startups, una puerta de entrada al mercado real. Pero la transparencia, los términos justos y la visión de largo plazo son ingredientes imprescindibles para que el modelo funcione.