Hoy es el día 2 de enero de 2026. Sí, ¡de 2026! Es increíble cómo corre el tiempo. Camino de la oficina miro mi agenda de la semana e, instintivamente, echo la vista atrás. Tengo el defecto de escribir todos los principios de año. Ahora que leo lo que escribí a inicios de 2023, soy más consciente de cómo ha ido cambiando mi vida profesional, de manera gradual y paulatina, pero firme, decidida e implacable. Los nuevos tiempos ya están aquí y, con ellos, vienen cambios estructurales y permanentes. Todo cambia, nada permanece, y nuestro trabajo también evoluciona.
El proceso de inversión sigue intacto e intentamos hacer las carteras con mayor rentabilidad para un determinado perfil de riesgo. Sin embargo, no hace mucho, esto lo conseguíamos invirtiendo en renta fija, renta variable, derivados, en ocasiones oro u otras materias primas, y, esporádicamente, algún fondo de fondos de private equity.
Al repasar las carteras actuales de los clientes, observo cómo los activos ilíquidos han adquirido un peso relevante. Además de los tradicionales fondos de private equity, tenemos deuda privada, alguna inversión directa en empresas no cotizadas, en venture capital e incluso las inversiones en activos tradicionales como el inmobiliario han cambiado y se han ampliado hasta niveles inimaginables.
La exposición a hedge funds también ha aumentado considerablemente. El aumento del peso en activos ilíquidos hace que la liquidez trimestral ya no sea vista como inconveniente, sino todo lo contrario. También tenemos posiciones en criptodivisas y activos relacionados con las mismas. Qué lejos quedan esos días de 2017 en los que los clientes nos preguntaban qué era eso del bitcoin y por qué subía tanto. Recuerdo que, dado el interés generado, tuvimos que traer a un experto para que explicase qué era.
La semana que viene celebraremos una reunión interna para perfilar una nueva oportunidad de inversión que canalizaremos a través de un token. También necesitamos estudiar los nuevos vehículos que se han anunciado y analizar si nos dan más rapidez y flexibilidad que los actuales a la hora de invertir.
Es increíble que podamos invertir en cosas como alquileres sin necesidad de comprar el inmueble, así como en jardines, en obras, en agricultura o en arte. En resumen, cualquier temática es susceptible de convertirse en activo de inversión y las oportunidades hay que cogerlas al vuelo, vehiculizarlas e invertir prácticamente en el mismo momento.
En un par de días tenemos una larga reunión con el equipo de planificación patrimonial para revisar los cambios normativos y fiscales que entran en vigor y su impacto en la vida familiar y patrimonial de los clientes. Además, varios miembros de distintas familias cambiarán de residencia durante el año: los jóvenes, por estudios o para aprovechar oportunidades laborales en otros países; y los mayores, para vivir en ciudades con infraestructuras que se adaptan a sus necesidades de disfrutar del tiempo libre con una mayor alegría y despreocupación.
La semana que viene empezamos con las reuniones de formación dirigidas a los miembros jóvenes de las familias. La verdad es que esta es la parte de mi trabajo a la que más me gusta dedicarle el tiempo y que mayor satisfacción me produce. Cómo me hubiera gustado que de joven me hubieran explicado la importancia del ahorro, la potencia de la capitalización compuesta, las bondades de diversificar y reducir la probabilidad de pérdidas permanentes de capital y las características de los activos tradicionales, y también de los nuevos.
Me encanta ver también que los clientes más veteranos se apuntan muy interesados a muchas de estas reuniones. Nuestro mundo es más complejo que hace unos años y, con la participación de los clientes en estas reuniones, se hace mucho más fácil explicar las nuevas tendencias y realizar las inversiones en activos y con plazos que hace muy poco tiempo eran impensables.
Pienso en las antiguas carteras 60/40 y sonrío por lo lejos que quedaron. Me ilusiona mucho palpar la nueva realidad de nuestro trabajo. Es, sin duda, mucho más productivo y necesario que hace unos años. El universo invertible ha crecido de manera exponencial y las tendencias macro cambian de manera vertiginosa, igual que la regulación.
Además, la inteligencia artificial ya es una realidad y, pese a la reticencia inicial de la gente de mi generación, la estamos aplicando, ya que nos ayuda muchísimo en nuestros quehaceres.
Todo esto nos obliga a adaptarnos al cambio de manera más dinámica. Nuestro valor añadido ya no se limita a intentar dar una mayor rentabilidad que los índices comparables, sino a buscar soluciones que resuelvan problemas de muy diversa índole (personal, familiar y sucesoria) y, por supuesto, el acceso de manera directa y flexible a las nuevas oportunidades de inversión que vemos cada día.
Lo mejor de todo es que no me cabe duda de que cuando escriba estas mismas líneas un día de enero de 2028 volveré a darme cuenta de cómo ha cambiado todo en tan poco tiempo.