Donald Trump ha celebrado sus primeros 100 días en la Casa Blanca con un en Míchigan. Este estado, fundamental para sus estrategias políticas por su potente industria del automóvil, se convirtió en el escenario perfecto para su discurso.
Desde el condado de Macomb, Trump afirmó: «Tras décadas de políticos que destrozaron Detroit para empoderar a Pekín, finalmente tienen un defensor de los trabajadores en la Casa Blanca. Y en vez de poner a China primero, estoy poniendo a Míchigan primero y estoy poniendo a EE.UU. primero», ha asegurado el presidente.
El evento se ha dado en el momento en que Trump empieza a generar descontento y su índica de popularidad va cayendo sobre mínimos y, sin embargo, el mandatario ha dejado claro que su administración apenas comienza, prometiendo: «Aún no han visto nada. Vamos a acabar con la inmigración ilegal. Vamos a recuperar nuestros trabajos y a proteger a nuestros grandes trabajadores de la automoción y a todos nuestros trabajadores».
Y ha insistido en que su gobierno está llevando a cabo «el cambio más profundo en Washington en cerca de 100 años», asegurando que está «salvando el sueño americano».
Si algo ha marcado estos primeros tres meses desde la llegada de Trump, de nuevo, al poder ha sido una política económica agresiva que ha desembocado en un especie de guerra arancelaria en la que todos los países del mundo están implicados.
Tras una imposición generalizada y, más tarde, personalizada, Trump escuchó a los mercados estadounidense, que estaban protagonizando acusados descensos, y puso en pausa algunas de estas tasas extra mientras negocia acuerdo por acuerdo.
China es, ahora mismo, el epicentro de esas tensiones comerciales. Desde la Casa Blanca se asegura que el gigante asiático ceder pronto y habrá negociación pero desde Pekín, sin cerrar las puertas al diálogo, no parecen tener tan claro la inminencia de dicho pacto y va respondiendo medida tras medida, arancel tras arancel.
Desde Washington también han ido dando un respiro a algunas de las grandes empresas del país, limitando el efecto de la política de tasas, en algunos productos.
También ha anunciado un reciente acuerdo con las grandes empresas automotrices que aliviará la carga arancelaria, una medida que, según él, beneficiará a los trabajadores del sector manufacturero, después de un serio encontronazo con las marcas.
El proteccionismo a empresas de origen estadounidense ha sido otra de las características que han marcado este comienzo de legislatura en el ámbito económico. Trump se ha negado a que US Steel pase a manos de una empresa japonesa.
También se ha enfrentado a China por dos cuestiones que para el presidente tienen que ver con al seguridad nacional. Por una parte, el mandatario estadounidense ha afirmado su intención de tomar el control del canal de Panamá. En este sentido la operación de venta de dos de los puertos que lo conforman por una empresa del país asiático ha sido vetada por Pekín y aplaudida por el dirigente de EE.UU.
Del mismo modo, la salida anunciada de Tik Tok de los Estados Unidos y paralizada en dos ocasiones por el propio presidente. Desde la Casa Blanca quieren mantener la red social en el país pero lejos de manos chinas y han pedido a empresas estadounidenses que pujen por la marca. Amazon, Meta, Google… Son varios los nombres que suenan para hacerse con ella.
Otro punto caliente de sus primeros 100 días en el gobierno han sido las discrepancias con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, por no bajar los tipos de interés. Ha llegado a pedir su dimisión y sigue su tira y afloja con la Fed por mantener los tipos.
Tras eliminar las ayudas a las energías verdes y los vehículos eléctricos desde su administración han anunciado que seguirán esa misma línea para incentivar la producción
Además, ha prometido aprobar «la gran y hermosa ley», que incluirá la eliminación de impuestos sobre las propinas, la seguridad social y las horas extra. Describió esta legislación como «los mayores recortes de impuestos en la historia de Estados Unidos».