La primera economía europea comenzó la semana anunciando que su tasa de paro se mantenía en mínimos históricos por segundo mes consecutivo, tras encadenar un nivel del 3,9% durante noviembre y diciembre. El dato ponía punto y final a una crisis que poco ha tenido que ver con el país germano en términos de empleo, ya que sus máximos apenas rozaron el 10,6% en 2005. El país tiene un PIB de 3,13 billones de euros, siendo la cuarta potencia mundial, y un total de 43.425 millones de trabajadores ocupados a diciembre de 2016. La creación de empleo se mantuvo durante los años más duros de la recesión con 2,6 millones de nuevos trabajadores entre 2005 y 2012 e incrementos salariales estables. El mercado laboral germano se caracteriza fundamentalmente por la flexibilidad tanto para empresarios como para trabajadores a la hora de abordar cuestiones como el horario o las jornadas. Estos parámetros pueden adecuarse a la demanda productiva según la época, y los empleados ven compensada su eventual reducción de salario con subsidios públicos. Está permitido incluso suspender a una persona durante una temporada a cambio de un subsidio de desempleo proporcionado por el Estado. El objetivo es reducir al mínimo la destrucción de empleos. En comparación a otros países europeos, Alemania tiene además unas condiciones laborales muy atractivas. El salario mínimo interprofesional está fijado en los 1.498 euros al mes, frente a los 707,7 euros de España, mientras que el salario medio fue 1.912 euros superior en el tercer trimestre de 2016. En la misma línea, la tasa de parados de larga duración supone tan sólo el 1,7% del total, frente a casos como el de España, donde alcanza el 9,1%. Los desempleados jóvenes tan sólo equivalen al 6,5%, cifra muy inferior a la española, que acumula casi el 43% de total.
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