OpenAI ha sellado un acuerdo con Alphabet, matriz de Google, para incorporar su servicio en la nube y reforzar la infraestructura de ChatGPT.
El pacto, confirmado por Reuters, marca un giro en el ecosistema de la inteligencia artificial: dos competidores directos aparcan sus diferencias para afrontar un reto común —la necesidad de más capacidad computacional.
La alianza, negociada durante meses y cerrada el pasado mayo, permitirá a Google ofrecer potencia adicional para entrenar y ejecutar modelos de IA desarrollados por OpenAI.
La operación se produce en un momento crítico: la compañía fundada por Sam Altman ha alcanzado los 10.000 millones de dólares en ingresos anuales recurrentes, apenas tres años después del lanzamiento de su chatbot estrella.
OpenAI había confiado hasta ahora en Azure, el servicio en la nube de Microsoft —su principal inversor—, pero la creciente presión para escalar sus modelos le ha llevado a diversificar proveedores.
La incorporación de Google se suma a otras alianzas estratégicas como las firmadas con SoftBank y Oracle para el megaproyecto Stargate, una infraestructura valorada en 500.000 millones de dólares.
Para Google Cloud, que ya representa el 12% de los ingresos de Alphabet con 43.000 millones de dólares en ventas, la entrada de un cliente como OpenAI consolida su papel como actor neutral en el negocio de computación en la nube, en un entorno cada vez más competitivo frente a Amazon y Microsoft.
«La necesidad de ejecutar modelos con enormes volúmenes de datos ha obligado a OpenAI a ampliar su base tecnológica», ha señalado Danni Hewson, responsable de análisis financiero en AJ Bell.
A su juicio, esta decisión permite a la empresa no concentrar riesgos en un único proveedor y aprovechar un mercado en plena expansión, donde «pensar con originalidad es clave para maximizar las oportunidades».
Mientras la IA se convierte en una herramienta habitual en hogares y empresas, este tipo de alianzas anticipa un futuro menos binario en el que la colaboración entre gigantes tecnológicos podría ser la nueva norma, incluso entre antiguos rivales.