Uno necesita visitar, que es vivir, Morillas, para comprender la profundidad de la frase más icónica de su web: «Quien no respeta el origen, no puede ser original». Leerla, así sin más, no sirve para entender todo lo que encierra.
Ahora, que andamos los consultores sedientos de propósitos y nuestras empresas se muestran obsesionadas por cuidar legados, resulta que, en esta meca del branding español, el legado es quien cuida de ti.
Aquí el legado es quien te abre la puerta y te recibe. Te muestra su mejor sonrisa. Y es que una cálida bienvenida y un trato disentido y cercano es siempre la mejor demostración de una cultura.
«Yo recibo a todo el mundo. Recojo los paquetes e incluso currículums. Cómo no voy a hacerlo, si yo entregaba el de mi marido entonces», me dice María, primera línea de la agencia y también su primera generación.
Me invita a sentarme y entre los dos repasamos el libro de Antoni Morillas, su marido y el pionero. El jefe, como a él se refieren Lluís (segunda generación) y Marc (tercera), y hasta acabo refiriéndome yo.
María me transporta a una época auténtica, la Barcelona de los 60 y el germen del diseño gráfico español. Antoni Morillas, pionero, «sentía el diseño», y decidió abrir un camino propio que cambiaría el paradigma, la metodología y la conceptualización del diseño publicitario.
«Nadie me hacía caso, decían que los clientes ya traían su material. Hasta que un día en la calle Aragó, fue en una imprenta concreta donde miraron los trabajos y dijeron: dígale a su marido que venga mañana mismo».
«Voy a estar ahora con Lluis y Marc –le digo a María–. ¿Qué me dirías ahora de ellos?».
«De Lluís, que aborda toda la transformación, profesionaliza el estudio y aportó mucha modernidad».
«De Marc, la constancia, lo centrado, la aspiración. Es la generación mejor formada de los Morillas. Conserva el toque creativo de su padre y de su abuelo».