Hay domingos que piden un plan sin prisas. Un sitio donde el desayuno se alarga hasta casi la hora de comer, donde se habla sin mirar el móvil y donde el entorno es tan bonito que hasta el paseo de después parece parte del menú. Para este Día de la Madre, La Terraza del Campo del Moro propone algo así: una escapada sin salir del centro de Madrid. Ni colas, ni tráfico, ni agobios. Solo verde, historia y buena comida.
Lo primero que sorprende es el sitio. Literalmente. Porque si no te lo han contado, no lo encuentras. La Terraza está dentro de los jardines del Campo del Moro, ese pulmón real al pie del Palacio que muchos madrileños aún no han pisado. Lo diseñó Felipe II, pero aquí no hay ni tronos ni protocolos. Solo caminos entre árboles, fuentes escondidas y vistas perfectas del Palacio Real. Una vez dentro, lo difícil es no quedarse a pasar el día.
La cocina abre a las diez de la mañana y no cierra hasta las ocho. Es decir: puedes ir a desayunar, a comer, a merendar… o a todo. El desayuno tiene lo justo para empezar bien el día: croissants artesanos, muffins, tostadas con tomate y AOVE, pincho de tortilla o tostas de salmón ahumado, siempre con buen café, infusiones o zumos naturales. Si llegas a la hora del vermú, la carta cambia el tono pero mantiene la calidad: laterío gallego, berberechos al natural, mejillones en escabeche o boquerones con patatas de churrería. ¿Prefieres plato fuerte? Rabo de toro con parmentier de patata, entrecot de vaca rubia gallega o una milanesa de ternera que pide siesta después.
Y si el plan es llegar por la tarde y alargar la sobremesa, entonces toca merienda. Aquí la cosa se pone seria: tarta de queso «Dubai chocolet», torrija caramelizada al estilo thai con leche de coco y lima, volcán de chocolate o tarta tatín. Lo justo para cerrar el día con algo dulce y seguir charlando sin mirar el reloj.
La experiencia no es solo gastronómica. Es también visual, casi sensorial. Estás en pleno Madrid, pero todo suena a otro ritmo. Se respira distinto. La terraza está rodeada de árboles y caminos que invitan a perderse, y da igual si te sientas al sol o a la sombra: todo lo que te rodea parece pensado para parar.
Ideal para celebrar a las madres, sí. Pero también para cualquier persona que quiera escaparse un rato del ruido, comer bien y descubrir un rincón de Madrid que (aún) no se ha hecho viral.