El I Estudio del Observatorio Cinfa de los Cuidados, avalado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), traza la primera gran radiografía sobre los cuidados familiares en España. El informe analiza el perfil de quienes asumen esta responsabilidad, sus motivaciones, preocupaciones y aprendizajes.
Según Alicia López de Ocáriz, directora médica de Cinfa y presidenta del Observatorio, «esta investigación aporta la novedad de reflejar la realidad de la persona cuidadora en toda la extensión de la palabra, independientemente de que el familiar mayor que atiende tenga o no algún grado de dependencia».
La investigación se ha realizado a una muestra representativa de 3.220 personas cuidadoras de entre 31 y 65 años residentes en España. Todas ellas cuidan de un familiar mayor de 59 años, y su testimonio ha permitido construir una radiografía completa de esta labor, a menudo silenciosa e invisible.

El perfil de la persona cuidadora: mujer, trabajadora y madre
El estudio dibuja un perfil mayoritariamente femenino: el 64,2% de las personas cuidadoras principales son mujeres y su edad media es de 49 años. En el 75,6% de los casos, la persona cuidada es el padre o la madre, y casi la mitad supera los 81 años.
Además, cuatro de cada diez conviven con el familiar a su cargo y más de la mitad (54,6%) atienden a personas con algún grado de dependencia. Un dato especialmente relevante es que la mitad (51,1%) de las personas cuidadoras pertenecen a la denominada generación sándwich, es decir, atienden a sus progenitores al mismo tiempo que cuidan de sus hijos o hijas.

«Esta doble responsabilidad en los cuidados define un nuevo modelo familiar que convive con las exigencias del trabajo y la vida personal», subraya López de Ocáriz.
Entre esas personas cuidadoras se encuentra Laura Muñoz, de 53 años, que lleva tres años atendiendo a su madre, enferma y en cuidados paliativos. «Por un lado, cuidar de mi madre me llena porque la quiero y sé que es una de las personas más importantes de mi vida. Pero por otro lado es muy duro, porque verla sufrir y no poder hacer más te deja sin fuerzas», explica.
Su testimonio ilustra el agotamiento que acompaña a esta entrega: fines de semana enteros dedicados al cuidado, vacaciones reducidas al mínimo y una vida en pausa. «No me importa porque es mi madre, pero es muy sacrificado», añade.
El tiempo que se dedica al cuidado
La investigación revela que las personas cuidadoras dedican 20,6 horas semanales a esta labor, con una duración media de tres años desde que iniciaron el cuidado. El 43,2% lo hace diariamente y el 56,8% de forma semanal.
Esa dedicación tiene un impacto directo sobre su propio bienestar: siete de cada diez afirman haber reducido el tiempo para sí mismas, su ocio o las relaciones sociales.

Una dedicación cada vez más compartida, ya que el el 85,4% de las personas cuidadoras encuestadas afirma compartir la responsabilidad de cuidar con otros miembros de la familia —principalmente hermanos o pareja—, mientras que un 14,6% realiza el cuidado en solitario.
A este respecto, Laura Muñoz , comenta: «Yo tengo suerte porque mi marido me apoya, pero llevo años sin pasar la Nochebuena o el día de Reyes con mi hijo porque me toca cuidar de mi madre. Y aunque te vayas unos días de vacaciones, sabes que vuelves a lo mismo».
Sus palabras reflejan una realidad: la de muchas personas que, aun queriendo cuidar, sienten que no llegan a todo.
Las emociones del cuidado: afecto, cansancio y resiliencia
Más de la mitad de las personas encuestadas (58,2%) vive el cuidado como una muestra de afecto y el 53,9% lo considera una elección personal. Sin embargo, seis de cada diez reconocen que esta experiencia combina luces y sombras.
Entre las emociones positivas predominan la tranquilidad de saber que su familiar está bien atendido (57,2%), la satisfacción de cuidar (51,2%) y la alegría por los momentos compartidos (35,2%). En el lado contrario, el cansancio físico y emocional afecta al 59,6%, seguido por la preocupación constante (47,1%) y la culpa o sensación de no hacer lo suficiente (27,5%).

Aprendizajes que transforman la vida
El estudio también revela el profundo impacto emocional que supone cuidar. El 81,2% de las personas cuidadoras afirma que esta experiencia ha cambiado su forma de ver la vida. Aprenden a valorar más el tiempo, a fortalecer su resiliencia y a cultivar la empatía y la paciencia.
La mayoría destaca que esta vivencia ha fortalecido su relación familiar: el 55,5% afirma sentirse más unido a la persona cuidada. Según López de Ocáriz, «las personas cuidadoras desarrollan habilidades y valores que van más allá del cuidado: paciencia, tolerancia, escucha, capacidad de adaptación. Son aprendizajes vitales que humanizan nuestra sociedad».
Esta investigación se enmarca en el movimiento de Cinfa por los cuidados, que la compañía lleva años promoviendo para acompañar y apoyar a los pacientes y a las personas que les cuidan.
«Queremos conocer a las personas cuidadoras, profundizar en su bienestar físico, mental y emocional y saber si se sienten reconocidas y apoyadas. Todo ello, con un enfoque inclusivo y desde la empatía, porque cada forma de cuidar es válida y todas deben ser respetadas», añade López de Ocáriz.
La compañía impulsa, además, otras acciones como «La voz del paciente», «La mirada del paciente» o «Ellas Cuentan»- junto al Club de Malasmadres-, en línea con su misión de trabajar por la salud y el cuidado de las personas.
